Inicio Opinión Antonio Oliver Lopito, el portero eficaz y tranquilo

Lopito, el portero eficaz y tranquilo

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El portero es un futbolista diferente. Puede parecer una obviedad. Está claro que su posición, su uniforme y sus tareas lo hacen singular, distinto. Sin embargo donde está la verdadera diferencia es en la cabeza. El mundo interior del portero es complejo. Miran el fútbol desde una perspectiva que solo tienen ellos. Sus aliados, los más cercanos, le dan la espalda, juegan con la vista al frente. El “enemigo” viene de cara, de frente y resuelto a complicarle la vida. Son la última solución.

No importa que el peligro haya nacido, por errores propios, en el área rival. El último opositor, el hombre de los milagros es el portero. Cuando el gol se produce, la decepción de la grada suele nublar la vista y bloquear la memoria. Solo queda, clara en la retina, la imagen del portero superado por el balón, en esa ingrata tarea de sacar la pelota del portal.

La ubicación en el campo, la responsabilidad que la masa no le deja compartir y la soledad dentro de un rectángulo atestado de gente, hacen al portero un ser vigilante y poco confiado. Al fin y al cabo el balón le puede llegar por la vía natural, es decir, por el disparo de un rival o puede llegarle por una acción indeseada del compañero de equipo. Bajo palos el portero no se puede fiar de nada ni de nadie. Sin duda estamos ante un jugador particular.

Fernando López Huete, «Lopito», es portero y se nota. Joven y, pese a su juventud, con una larga experiencia en Segunda B y Tercera división. Acaba de sumarse al proyecto del At. Mancha Real. Tiene derecho a que el fútbol le conceda un poco de calma. Desde que terminó la pasada campaña ha pasado por un injusto calvario de medias palabras, incumplimientos y engaños propios de otro tiempo. El balón le debe una tregua, un tiempo de pelea justa, deportiva. Eso para él no tiene ni sobresaltos ni secretos. Supongo que es lo que quiere.

Este portero habla poco. Vive hacia adentro, mirando lo que rodea al fútbol. Mitad con timidez, mitad con la paciencia de un felino que espera el momento de dar su zarpazo y lograr lo que tanto lleva buscado y que, por virtudes, le corresponde.

Cuando dejó el Almería B llegó a Linares. Aterrizó pensando si había hecho lo correcto. La duda anduvo rondando su cabeza hasta que la realidad le demostró que había acertado. Encontró confianza, buen grupo, un objetivo claro, olor a futbol y un compañero experto que le ayudó a aclimatarse, Óscar Benito. Óscar era el jefe de aquella portería. Experiencia y pedagogía para Lopito.

Cada día llegaba al vestuario y allí se instalaba el portero, con las palabras hacia adentro y la disposición al trabajo en la mirada. Poco a poco Óscar fue dejando paso al recién llegado. Movimiento medido y ajustado a los méritos de Lopito. El Linares ya tenía al portero que iba a ser, con el correr del tiempo, importante en un ascenso y, sobre todo, decisivo en una eliminatoria de permanencia. Lopito, con dos paradas a tiempo cumplido, dejó al Linares en Segunda B y prolongaba el sueño de una afición que vio dos milagros en aquellas dos «manos» de su portero. Él lo vivió sin estridencia.

Serio. Sereno en el triunfo y calmo en mitad de la agitación, Lopito parece estar pensando siempre en el futuro. Tiene la fe que le otorga el conocimineto de su profesión y la tranquilidad de los hombres que saben lo que quieren. Los porteros, muchas veces, se suele quemar por dentro y casi no se nota. No sé si será su caso. También se distinguen por eso, lo llevan por dentro.

Al final de la pasada temporada no hubo acuerdo y Lopito dejó Linares. Nos ahorramos los detalles escabrosos. Ahí empezó un peregrinar desafortunado. Podía haberse quedado en la provincia, parecía lo lógico, pero decidió salir. Villarrobledo y Cáceres. Punto y seguido. Ahora llega a Mancha Real y ahí tendrá que desenfundar sus virtudes y convertirse en ese portero dueño de los tres palos, rápido, ligero, elástico, intuitivo y eficaz.

Fernando tiene ahora dos ventajas que le favorecen a él y a su nuevo club. La juventud, cargada de cientos y cientos de horas de portería, y por esa juventud el enorme espacio para seguir progresando. Estoy seguro de que, lo mejor de este portero, no lo hemos visto todavía.