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La encrucijada de un Betis nostálgico

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Eduardo Grenier.- Cuba. Hay que ver cómo cambian los tiempos. Solo un par de semanas bastan para destapar un huracán en lo que, hasta entonces, fue tan tranquilo como una playa virgen en medio del Caribe. Corren tiempos difíciles en el Benito Villamarín, desde los años en que Lopera abandonara la institución envuelto en aquel confuso escándalo que hoy todavía provoca el debate. Incluso, en situaciones como la actual, algunos extrañan los tiempos de «Don Manuel», en un período en que el Betis ha tenido, incluso, que arrastrarse en campos de Segunda División, algo inadmisible para un club con semejante afición.

No quedan dudas de que cuesta, a estas alturas, culpar a algún entrenador. Los problemas del Betis van más allá. Desde el regreso a la máxima categoría hace tres temporadas, un desfile de técnicos se ha sucedido por el césped de Heliópolis y ninguno ha podido “dar con la tecla”. Y no entrenadores cualquiera: Pepe Mel, Poyet, Setién… el problema es tan grande que toca con sus tentáculos la estructura de una directiva cada vez más frágil y vilipendiada.

Esta temporada comenzó de forma diferente: Sarra Ferrer trajo consigo aires de optimismo al coloso bético, con una ola de fichajes ilusionantes que devolvieron el optimismo a una de las mejores hinchadas de España. Para conducir el barco, Lorenzo, junto a Ángel Haro y el resto del colectivo, escogieron a Quique Setién, el cántabro que triunfó con el Lugo y luego dejó gratas impresiones en su primera campaña en Las Palmas, aunque no tanto en la última.

La elección del timonel en la nueva travesía fue cuestionada en un inicio. El desastre en las Islas Canarias durante el final de la temporada anterior jamás pasaría inadvertido. Fue demasiado estridente. Sin embargo, los resultados -¡no hay juez más decisivo e imponente!- provocaron una especie de idolatría a Setién, quien además arrancó la Liga con un estilo de juego atractivo que hizo delirar a la grada del Villamarín.

Así hilvanaron sueños muchos de los fieles verdiblancos. El Betis iba bien. Hasta que el cristal cayó al suelo y se rompió el encanto. Ya el Betis de hoy no es el de ayer. La defensa es un coladero que sufre incluso ante equipos de Segunda. No existen variantes tácticas para aguantar las embestidas de los contrarios. Dos elencos marcaron cinco goles ante la defensa verdiblanca: Cádiz y Eibar. Nada más que decir.

Por otra parte, Setién está más que entredicho. Muchos piden que su cabeza ruede. Otros abogan por mantener un proyecto, algo de lo que ha carecido el club últimamente. La confusión se ha adueñado de un club que lleva a más de 50 mil personas a cada partido. La realidad es triste. Europa parece, ahora mismo, una utopía más que una realidad palpable.

Como consuelo, los béticos –conozco pocas aficiones con su pasión- cuentan con una plantilla que, al menos nombre por nombre, es superior a la de campañas precedentes. Tienen hombres de reconocida calidad en todas las líneas, como Guardado, Barragán, Javi García, Sergio León, Boudebouz, Joaquín…

El frío de diciembre ya se ha asentado en gran parte del mundo y la Liga Española roza la franja intermedia. Para Setién, un nuevo fracaso sería apretar de forma mortal la soga que desde hace días está enroscada en su cuello. El Betis es un grande y no puede darse el lujo de luchar, un año más, por esquivar la zona roja del descenso. Los objetivos deberían ser muchísimo más ambiciosos. El beticismo echa de menos los tiempos de gloria, no tan lejanos, en los que el equipo luchaba por Europa y traía a jugadores capaces de marcar una época. Se han cometido muchos errores, cierto, pero hoy los aires de la nostalgia todavía refrescan a una afición ávida de grandes retos.