Inicio 1ª División El caos del Madrid y el verbo de Zidane

El caos del Madrid y el verbo de Zidane

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Eduardo Grenier.- Cuesta buscar una explicación para la situación actual del Real Madrid. Hay crisis, sí, aunque algunos se empeñen en taparla con venda blanca regodeándose de títulos pasados. Para el Madrid, amigos míos, el pasado no existe. La grandeza del club radica, precisamente, en la premura para disfrutar los títulos y girar el reflector hacia los retos futuros. Por eso, que no quepan dudas, guarda tantas copas en sus vitrinas.

Este Madrid preocupa. Sí, preocupa porque hace poco más de tres meses arrolló a cuanto rival se le puso enfrente, con un fútbol asociativo y vistoso que llenaba la vista del más exigente crítico, cual aplanadora con paso impoluto sobre objetos menores. Preocupa porque nunca tiene los tres puntos seguros, incluso ante rivales de menos categoría y, sobre todo, porque no da síntomas de una posible recuperación inmediata.

¿Qué sucede? Es la pregunta del millón. La contundencia en cada una de las zonas de juego es prácticamente nula, grandes luminarias se apagan de a poco y la opinión pública prende el fósforo para calentar el ambiente alrededor del Bernabéu. Benzema, un jugador extraordinario, ha perdido todo el crédito. Es defendible hasta cierto punto el delantero francés, dada su labor durante casi una década y las copas que ha levantado, mas él mismo que ha colocado la yaga en el cuello. No recuerdo pitada como la que le dedicara la grada del Bernabéu en el Clásico. Si algo no perdona la afición merengue es la apatía y, para ser justos, el «Gato» no da indicios del esfuerzo que se le pide.

Otro que anda a media máquina es Cristiano Ronaldo. Sin embargo, pese a las similitudes, el caso es totalmente diferente. El gol no llega, es cierto, pero el portugués ha estado bien durante la mayoría de los partidos, además de inspirar confianza por la clase de jugador que es. Por esa misma línea van Marcelo (no recuerdo peor versión del brasileño que esta), cuya banda se ha convertido en una autopista, un hueco que ni los mejores sastres lograrían remendar. La lista es interminable; si algo tiene el Madrid, es que cuando llegan tiempos de crisis todos están involucrados y, casi siempre, logran resurgir juntos.

Ante esta hecatombe que todavía no ve su final, emerge un remedio que ya funcionó otras veces: la mano «mágica» de Zinedine Zidane, una especie de panacea cuando el club se atasca en un lodazal. El verbo del francés es el sostén emocional de una afición exigente y, aunque a veces no lo parezca, muy sufridora. Quienes lo cuestionan ya han tenido que guardar sus críticas en varias oportunidades y, ahora, andan regodeándose de su éxito.

Algo está claro: Zizou no ha dicho la última palabra. Tiene un rosario de argumentos para creer en este proyecto y en sus jugadores. Deberá, eso sí, endurecer su discurso de puertas hacia adentro como ya lo ha hecho en las últimas conferencias del prensa. Su equipo necesita hambre para intentar mantenerse en la cúspide, algo muy complejo cuando se mira las últimas temporadas.

Zidane tiene la llave. Cuenta, al parecer, con el apoyo incondicional de un presidente que lo idolatra y, si la testarudez no le juega una mala pasada, pronto tendrá refuerzos que le ayuden a sacar el carro fuera del bache. El tiempo dirá.