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La gran disyuntiva de Messi

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Eduardo Grenier.- Periodísticamente hablando, una imagen puede tener tanta repercusión como un puñado de palabras hilvanadas de forma precisa y elegante. Por eso, hace pocos días una fotografía causaba revuelo en las redes sociales, producto del mensaje subliminal que, con la potencia de un ancla, endosaba al respecto de un tema que hoy se vende «como pan caliente».

La instantánea en cuestión no es otra que la de Sampaoli junto a Guardiola hace unos pocos días en la casa en Manchester del técnico catalán. Para Messi, pasado y futuro entremezclados en una filosofía casi idéntica: la una pletórica de grandes momentos y dueña de una pauta histórica irrepetible; la otra, con la incertidumbre de lo que podrá ser y la adarga protectora de que cualquier tiempo pasado queda en el olvido.

Entonces, con esta imagen que inaugura en cierta forma un nuevo perfil en Twitter del seleccionador gaucho (parece que en estos tiempos hasta los técnicos más recatados se ven empujados hacia el mundo de las redes sociales), surge la clásica interrogante respecto al genio rosarino: ¿podrá Lionel Messi emular a Diego Armando Maradona y guiar a Argentina hacia la cúspide mundial? ¿Será capaz «la pulga» de acercarse con la camiseta albiceleste al nivel que destila en cada cancha europea?

Algo queda en evidencia: Jorge Sampaoli seguirá minuciosamente los pasos de su admirado Pep para intentar convertir a Messi en ese ángel de la guarda que saque brillo de los momentos más asfixiantes. Con Guardiola, el 10 blaugrana logró guiar una generación de esas que solo se ve una vez en la historia, ganadora por antonomasia y dueña de un estilo único que enamoró a millones de seguidores con su belleza y contundencia.

La clave del entrenador catalán fue siempre mantener a su mejor jugador en una urna de cristal, con una diadema de flores en su frente y la campanilla en la mano, como si de un rey se tratase. Comprendió Guardiola que el talento sin límites de Messi lo hacía intocable y que, en gran medida, de su felicidad dependía el rendimiento general del colectivo. Por el momento, Sampaoli va por el mismo sendero. El ex seleccionador chileno se da el lujo, incluso, de ir «a ver a Leo» en una jornada de Champions, cuando las ligas están saturadas de tanto talento argentino para enriquecer sus convocatorias.

El meollo de Sampaoli en torno a la figura de Messi hace pensar que, como siempre, las responsabilidades del combinado argentino recaerán otra vez en el astro de Rosario. Y como Messi sería, en caso hipotético, el culpable de las derrotas, entonces también tendría el poder, según cuentan por tierras suramericanas, de hacer y deshacer a su antojo lo que desee en su elenco, con la venia incondicional de Sampaoli como birrete de juez.

Sin embargo, tras el nivel excepcional mostrado por Lionel durante la temporada en curso, para la afición argentina cualquier justificación será poco en caso de no obtener la corona. La única esperanza de alzarse con la corona está vertida en la bota zurda de su jugador insignia, de uno de los prodigios más grandes que el fútbol ha regalado a sus amantes a lo largo de la historia.

La gente cree todavía en Messi. Olvidados quedan aquellos episodios tras la final de la Copa América. Argentina está hastiada de segundos lugares y sueña con volver a ser reina y señora del fútbol mundial. Esa es la gran disyuntiva de Messi: o Dios del fútbol argentino o jugador de época del Barca. O Mundial o nada.