Inicio Opinión Antonio Oliver El Martos CD lucha para llegar a los 50 años de historia

El Martos CD lucha para llegar a los 50 años de historia

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El fútbol puede ser causante de las mayores alegrías y del mayor quebranto. Tiene la capacidad de llegar a las emociones de la gente, con júbilo o con tristeza. Esa es la razón por la que un equipo de fútbol puede ser la referencia afectiva y social de grandes ciudades o de pequeños núcleos rurales. Las emociones son las mismas. La intensidad de los sentimientos idéntica. Las  cosas que afectan al corazón de las personas  no entienden de dimensiones físicas y en esto la pelota tiene mucha ventaja. El alma del fútbol es universal.

Imagino el sentimiento de la afición marteña en este momento en el que, décadas de su historia futbolística, penden de un hilo. El Marcos CD es el patrimonio sentimental de una ciudad que ha vivido durante muchos años arracimada en torno a su viejo estadio y respirando, felicidad o pesares, al ritmo que marcaba su equipo en el campo.

Ha terminado la temporada y, lo que se había anunciado, se está cumpliendo. Sale la directiva que ha presidido Antonio Martínez y se abre una tétrica interrogación de futuro. Nadie sabe lo que puede pasar. La duda corroe como la verdad más dolorosa. Así se vive ahora en Martos el futuro del club, entre la esperanza y el miedo. La duda.

Martínez, el presidente que sale, ha hecho lo que tenía que hacer. Ha mantenido el club en lo económico y ha logrado surcar la dura categoría en la que juega el Martos CD sin descalabros fatales. El equipo está en Tercera División, con una situación económica tranquilizadora. Sin embargo todo tiene un final. Antonio Martínez llegó con voluntad de servicio y, en un acto de fe, pensó que el fútbol era como otras estructuras sociales o económicas. Ya ha descubierto que el fútbol se parece a eso pero no es eso. Sea como fuere, ha servido al Martos CD y se marcha. Lo anunció hace tiempo. Nadie se puede sorprender ahora. Deben agradecerle su trabajo, su generosa inversión económica y su lealtad por no haber salido corriendo cuando la ingratitud lo aconsejaba. Ahora ya se trata de otra cosa.

El Martos CD, si no media una acción foránea contundente y con dinero por delante o una sociedad local formada por personas solventes y capaces de generar recursos, a partir de un sentimiento, está condenado a desaparecer. Felizmente solo se trata de asumir los costes de la próxima temporada, el presupuesto que se estime oportuno para seguir en la pelea. No hay deudas que obliguen a cumplimientos fatales.

Se trata de mojar en la tinta del corazón y seguir escribiendo la historia del equipo y del pueblo. Se trata de encontrar a personas capaces de pelear por mantener viva la realidad actual y la memoria ilustre de un equipo, sin el que resultará muy complicado construir un relato completo y fel del fútbol provincial y regional.

Martos, el pueblo, el nombre, la imagen, se ha paseado por Andalucía y España a base de esfuerzos y de gestas deportivas. No sé lo que puede pasar a partir de ahora pero mientras escribo no puede dejar de acordarme de ese equipo que provocaba admiración y dejaba señas de identidad admirables.

Césped pesado, agua…camisetas untadas de barro, jugadores con la mirada terrible del que solo entiende la victoria como resultado. Orgullo en las faldas de la Peña  y la grada enardecida ante un regate eléctrico de Bermúdez, que termina en centro preciso para que Cuesta, suspendido en el aire, reviente el balón contra la red.

Tardes de gloria y de angustia. Palomino gritando a su defensa, ordenando a la tropa para jugar el último balón que llegaba desde el córner. Lastre marcando desesperadamente y el balón volando hacia el punto de penalti…¿dónde caerá ahora ese balón?. ¿Lo jugará el Martos CD o el viejo estadio vestirá galas para empezar a escribir una crónica diferente?.

La historia la escriben los pueblos, las personas. Martos, sus aficionados al fútbol, son los que tienen que decidir sobre su propia historia. Dentro de poco el club cumple 50 años. De momento tiene historia, no sabemos si tiene futuro. Suerte.