Inicio Opinión Antonio Oliver España y los apoyos de conveniencia

España y los apoyos de conveniencia

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El fútbol siempre concede una salida. Da lo mismo que la pida un profesional o que la use un aficionado. Siempre hay un partido, una jugada, un lance menor o un gran lance para que todos, y cada uno con una opinión personal y diferente, nos sintamos en posesión de la verdad.

España, después del partido de Irán, ha bajado el nivel de las expectativas. No ha pasado nada que no fuera previsible pero da igual: «No somos tan fuertes como parecía». Sentir general hoy. Es normal que los aficionados se suban y se bajen del globo del optimismo pero resulta más extraño que muchos especialistas también lo hagan.

Se confirma que el fútbol nos hace un poco más iguales. La razón y el análisis frío, se escurren en la cucaña de las emociones. Muchas veces decimos lo que nos sirve de alivio, lo que nos libera de la frustración puntual de un encuentro que nos hizo sufrir demasiado o, sencillamente, lo que nos conviene.

La Selección jugó contra un bloque muy compacto, perfectamente adiestrado en la negación de los espacios y muy disciplinado, al que hay que sumar su interesada gestión del tiempo durante el partido. Nada que no hayamos visto antes.

El hecho de que todos, sin excepción, supiéramos lo que iba a hacer el combinado de Irán nos convirtió en entrenadores. Fernando Hierro, según la dirección técnica coral que formamos los que miramos el partido, no pintaba nada ni los jugadores sabían lo que había que hacer. Nosotros, desde casa o desde la barra del bar, teníamos la solución. Parecía mentira que el nuevo seleccionador no se diera cuenta y que los jugadores incumplirán con la obligación de golear a los asiáticos para hacernos la tarde más plácida. Cuando el esfuerzo lo tienen que hacer otros, es cuando nosotros mejor y más claras vemos las soluciones y más sencillo el trabajo. Es humano.

Sin embargo España, haciendo un mal partido y desdibujándose en muchos momentos, ganó. Salió victoriosa de la emboscada persa y ahora está más cerca de la zona en la que los cruces serán definitivos. No ha cambiado nada sustancial. Solo nuestra percepción de las cosas. Desde lejos se ven borrosas. Nada más.

Hay pocas razones, pese al miedo reinante, para la duda.Quizás por eso elevamos a categoría de drama un error de De Gea o el sufrimiento para meterle el gol a Irán. Necesitamos negar para afirmarnos. Así nos alejamos de la complicidad ante posibles derrotas y, además, no es impedimento para sumarnos a la victoria llegada la hora. Todo son ventajas.

Menos mal que los jugadores han mutado en bloque monolítico y aislado, para alejarse del «pronóstico amigo». Ellos son la garantía y nosotros el apoyo volátil ahora que, cuando llegue el triunfo, será perfectamente firme y sólido como corresponde a una buena afición.