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RCDE: Crónica de un regreso

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Eduardo Grenier.- Han pasado 31 años y quiso el destino que fuera un 18 de mayo el día del regreso. Un 18 de mayo, como aquella noche infausta de Leverkusen, cuando miles de pericos sufrieron la pérdida de la Copa de la UEFA de forma cruel. De hecho, todavía muchos ven la herida sangrar. El tiempo tiene esas cosas. Mismo día, diferente final. Lo que antes era una página negra en la historia perica será, desde esta temporada, la primera gran tarde de Cornellà.

Llegaba el Espanyol con una sola carta guardada bajo su manga. Debía ganar y esperar la derrota del Athletic en el Pizjuán. De antemano, llegar a la última jornada con algo en juego supuso el primer éxito tras más de una década en tierra de nadie. El resto lo puso la gente. Si alguna certeza tiene el club es el apoyo de esa “maravillosa minoría” que anotó el primer gol desde la llegada del autobús.

Luego todo fueron tensiones. Sobre el césped, la Real mordió y empujó cuanto pudo, luchó hasta el último suspiro por sus opciones – que eran exactamente las mismas- e intentó sostenerse en territorio convulso. Rubi mandó a sus mejores jugadores a la batalla. En cancha, Melendo, Pedrosa y Darder, surgidos de la cantera. También Borja Iglesias, humildemente grande, muestra tangible de que el sacrificio da sus frutos siempre.

Al final, con los anuncios llegados desde Sevilla y la victoria en casa, miles fueron superados por su euforia y salieron corriendo hacia el terreno. El césped de Cornellà terminó atiborrado de aficionados. A la distancia, se vio al propio Borja navegando sobre la gente, a Wu Lei incrédulo, a Rubi tratando de contener sus lágrimas.

El eslogan del Espanyol no miente. La força de un sentiment. Fue fácil comprobarlo. Tras la locura, como si 26 mil personas se conocieran de toda la vida, muchos comenzaron a abrazarse y llorar en conjunto. El césped del estadio, entonces, terminó bañado en lágrimas. El fútbol devolvió a muchos de sus más fieles devotos lo que les quitó hace años y Dani Jarque, eterno capitán, contempla orgulloso el momento donde quiera que esté. Si algo nunca ha faltado en el templo blanquiazul es el aplauso en el minuto 21 de cada partido. Honorable.