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Marcelo Vaquero «Campanal»: «En el C.D. Iliturgi crecí como futbolista y como persona»

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Arriba: Martínez, Talero, Casuso, Paquito, Bermejo, Campanal y Cerrada. Abajo: Araiz, Pinilla, Iturbe, Arza y Quini. 49/50

Marcelino Vaquero González del Río, Campanal (Gijón, 1931). Campanal es uno de los deportistas más singulares y más poliédricos que ha tenido España. Su historia es una relación  íntima con el deporte, especial con el fútbol y de fidelidad absoluta con el atletismo en múltiples disciplinas.

Fue un jugador de fútbol en el que vivía un atleta. Una de las razones por las que destacó es porque, ese atleta que ocupaba su «ciudad interior», ponía al servicio del futbolista todos sus recursos.

La alianza del atleta y el jugador de fútbol permitió ver al defensa más completo y privó, con toda seguridad, al atletismo español de un héroe olímpico. Citius, altius, fortius. Más rápido, más alto, más fuerte. Este lema olímpico lo plasmó Campanal en los terrenos de juego.

Citius: Defensa veloz, atleta, que se incorporaba al ataque como los talentos de hoy pero que volvía en gesto responsable y sobrado de pulmones. Altius: Potencia de salto, batida espectacular. Dominador absoluto del espacio aéreo que defendía dentro de su área. Fortius: Zaguero de «rompe y rasga». Celoso de los límites territoriales marcados por la frontal, Campanal representaba la anticipación, la contundencia y el desconocimiento de la duda o el miedo. Solo le faltó el laurel olímpico pero el fútbol le ha dado admiración, respeto y un lugar ilustre en su universo de glorias.

Hay muchas historias que superan cualquier relato fantástico pero que son reales (Oporto, Turquía en Roma…). Las protagonizó Marcelo Campanal y sirvieron para construir la leyenda del que hoy es el internacional español de mayor edad. Debutó con 20 años y fue capitán de la Selección española con 23.

Campanal

Cuando dejó el fútbol entregó su cuerpo y su alma al atletismo y ahí sigue, compitiendo contra sus veteranos adversarios pero luchando contra él mismo. Tratando de ganar siempre.  Campanal, una leyenda en la historia del CD Iliturgi. Un título de orgullo para la ciudad de Andújar.

La relación con Andújar fue breve pero tan intensa y tan auténtica que Campanal sigue afectivamente vinculado a esta tierra. Ahora, mientras espera que alce la niebla del confinamiento, planea con sus hijos un retorno. Quiere volver a pasear por las calles de Andújar y a visitar los lugares donde alboreó su excelente carrera de fútbolista.

Tacolo, Bermejo, Campanal y Martínez. Iturbe, Paquito y Pinilla.

Andújar es una ciudad «fronteriza». La frontera siempre es fértil. Se alimenta de los lados que toca. A veces sufre y siente complejo de «no lugar» pero tiene el privilegio de rozarse con todo y eso enriquece siempre. Estar entre Jaén y Córdoba marca el carácter, el ritmo y las costumbres. Al llegar notas un mestizaje que está en todo. En el acento, en las formas de vivir, en la comida. Excitante para los sentidos, un reto amable para la mente.   

Marcelino Vaquero llegó a Sevilla, en barco. Venía a jugar al fútbol. Su tío Guillermo había abierto camino. El primer atraque futbolístico lo hizo en Coría del Río en la temporada 48/49. Allí tuvo el apoyo y la exigencia de su tío, entrenador del Coria entonces. Era muy joven. La temporada siguiente recaló en Andújar. Solo tenía 17 años. Con esa edad no podía jugar en categoría nacional y, como si fuera un traje, tuvieron que «arreglarle» la ficha:«Por eso siempre he tenido un año más pero tengo 88».

Marcelo, Campanal recuerda aquella temporada como un periodo importante en su vida: «En Andújar jugué al fútbol y crecí como jugador pero, sobre todo, allí crecí como persona». Han pasado muchos años pero Campanal recuerda nítidamente episodios cotidianos de su vida iliturgitana: «Vivía en una casa particular y comía en un bar que estaba abajo. El campo estaba dentro de la ciudad y yo iba dando un paseo. La gente era muy cariñosa. Me trataron muy bien. Me sentí querido, como en casa».

El CD Iliturgi fue un club de mucho prestigio en la época. Era normal que equipos como Madrid y Barcelona, cuando viajaban al sur para cumplir sus compromisos ligueros, hicieran un alto en Andújar para suavizar el largo trayecto y jugar un partido de entrenamiento con los iliturgitanos. Esa condición de equipo fuerte y con una organización institucional seria , fue una de las razones por las que el joven avilesino llegó a Andújar.

El SevillaCF prefirió, pese a tener otras posibilidades, que su estrella emergente tuviera en el campo de San Eufrasio el máster de fútbol que complementara las excelentes condiciones naturales de Marcelino. La simbiosis fue perfecta pero solo duró una temporada. Campanal, cumplida la edad reglamentaria, ya sin tener que «meterle ni sacarle» a la licencia federativa, pasó a formar parte de la primera plantilla del Sevilla: «Debuté en el viejo estadio de Nervión en el año 1950». En 1957 jugó su primer partido en el flamante Ramón Sánchez Pizjuán. El Sevilla disputó un encuentro amistoso contra el Real Jaén y entonces comenzó a fraguarse la historia del mítico templo sevillista. Campanal estaba allí. 

La ciudad de Andújar tiene al CD Iliturgi como un recuerdo glorioso. Un patrimonio del alma futbolística de la ciudad. Fue un tiempo en el que, sobre la hierba natural del San Eufrasio se volcaba el corazón de unas gentes que quizás necesitaban, como el comer, un poco de ilusión. Marcelo Campanal y sus compañeros fabricaban, cada domingo por la tarde, puñados de alegría y eso entonces, como ahora, era de un valor incalculable.