Hace mucho tiempo que el fútbol no representa un papel secundario en el mapa social. Resulta extraño ver cómo, intereses más urgentes y más graves, relativizan el poder de un fenómeno que está metido hasta el fondo en las costumbres de millones y millones de personas. Solo una desgracia de dimensiones bíblicas podía bajar al fútbol de su nube. Ha ocurrido.
La soberbia del género humano se ha visto sorprendida por un golpe seco, contundente y que no ha tenido la respuesta necesaria. Hemos doblado la rodilla. Sin embargo, ni en estas condiciones, somos capaces de centrar nuestros esfuerzos en luchar contra el enemigo que nos acorrala. Seguimos divididos, buscando cómo tener las mejores posiciones para cuando esto pase. No se puede tener una visión más mezquina. Lejos de pegar la espalda unos con otros para cubrirnos todos, cada día tenemos un ejemplo de división y deslealtad; de egoísmo descarado o de ignorancia culpable.
El fútbol en esto sigue su norma y la de la sociedad. Se mantiene anclado en la división por intereses particulares. La zona noble del fútbol español es una torre de Babel siglo XXI. Las lenguas se confunden en la misma medida que los intereses se contraponen. El espectáculo deja ver la falta de sensibilidad y lo poco que importa el interés general, si ese interés no beneficia la posición que cada uno mantiene.
Frente a la descarnada e irreverente escena que protagonizan los ejecutivos del fútbol para blindar lo que les conviene, hay muchos detalles que nos recuerdan el origen de todo. El fútbol es un deporte bueno por naturaleza. Es un “micromundo” que, cuando estamos creciendo, nos sirve para ensayar la vida en sociedad. Nos enseña que somos parte de algo más amplio y que, muchas veces, debemos renunciar a una porción de lo nuestro en beneficio de todos. El fútbol es una escuela que se complementa con la escuela que es cada hogar y con la escuela en la que un profesor nos da las herramientas para entender el mundo y circular sin miedo y con garantías por él.
Los clubes de base y sus deportistas están siendo una luz en mitad de la oscuridad que producen los malos ejemplos. Aparecen a diario para lanzar mensajes desde el corazón del fútbol. Hoy queremos acercar las frases de aliento, de valentía, de solidaridad y de esperanza de todos los que forman Inter de Jaén. Personas que dan sentido a un club que nació con vocación de servicio a la sociedad y que, cada vez que tiene ocasión, lo demuestra.
Inter de Jaén pone sus voces, como una sola voz, para recordar que fútbol es esto y que ni intereses ni urgencias mercantiles van a pervertir la esencia de este deporte. Deportistas, directivos, padres, madres, aficionados y el balón, unidos, nos demuestran que el principio no se negocia y que si en la cúspide hay división, la base sigue unida para seguir jugando al fútbol pero sabiendo que antes que nada están la salud, la dignidad y las personas.
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