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Real Jaén y la indignidad de los candados

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El Real Jaén prohíbe a sus jugadores comparecer en los medios. Gestos de este tipo evidencian la podredumbre institucional en la que se encuentra el club. No se pueden mandar señales más claras de impotencia. Prohibir, negar, impedir, imponer, mentir. Estos verbos se conjugan con naturalidad y eso pone de manifiesto que la razón se perdió hace mucho tiempo. Ante la falta de razón, orden de silencio. Ese es su catecismo.

El jugador se ha quedado sin una herramienta fundamental para defender sus derechos. Si habla puede ser sancionado. Así se impide que los futbolistas hagan público su malestar, la crítica situación de algunos y la duda de casi todos. Sin embargo las mordazas y los impedimentos disciplinarios terminan por ceder ante la contundencia de los hechos. La injusticia llega a pesar tanto que termina por romper todos los diques. Entonces lo acumulado saldrá en tromba. Todo, lo de ahora y lo de antes.

Es un método viejo. La indignidad de los candados, se emplea por ausencia de argumentos, por incapacidad para explicar la gestión y por un miedo atroz a la verdad. Si se juega el play off y el Real Jaén no puede comparecer o comparece en debilidad, será otra de las genialidades de este vendedor de humo que iba a llevar al club a Primera División, deslizándose por ubérrimas pistas de aceite dorado y fecundo. Estaría bien que Tomás Membrado compareciera y explicara qué ha sido de aquella idílica imagen. Estaría bien saber qué ha hecho con aquel serio y riguroso proyecto empresarial que aseguraba tener. Que dijera cómo ha conseguido convertirlo en esta ópera bufa, que si nadie lo remedia, se transformará en un drama penoso e indigno para Jaén y para este club.