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Fútbol Femenino: Panta Rei

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María Alharilla, en plenitud deportiva, ha vuelto a la Selección

Fernando Alcalá-Zamora.- Al filósofo griego Heráclito se le atribuyen algunos de los conceptos más famosos en torno a la idea del cambio, sintetizados en su enunciado “Panta rei”: todo fluye. El paso del tiempo ha ido transformándolo hasta llegar a la interpretación contemporánea que subraya la imposibilidad de bañarse dos veces en el agua del mismo río. En contextos concretos, la percepción sobre la velocidad a la que cambia el mundo que nos rodea es aún más exagerada. Hoy, el fútbol femenino es uno de esos espacios en los que la revolución sucede ante nuestros ojos; aquí y ahora.

En apenas un par de generaciones, una práctica deportiva minoritaria y alejada del foco mediático se ha convertido en un fenómeno social que no parece tener techo. Del fútbol siempre se ha destacado su universalidad, la capacidad de atracción que ejerce a lo largo y ancho de países y continentes. Sin embargo, hasta hace bien poco su práctica parecía quedar reducida a poco más de la mitad de la población humana. Algo no cuadraba.

La explosión del fútbol femenino que estamos presenciando hoy responde a causas diversas y heterogéneas, pero la raíz de su éxito fulgurante conduce a un mismo hecho fundamental: estamos ante un lenguaje reconocible que puede ser hablado y hecho suyo por cualquier humano. En esta tesitura, las diferencias de género son insignificantes; y el reducido espacio reservado al futfem, simplemente coyuntural.

Hoy, pioneras como Amparo Gutiérrez (Torredonjimeno 1982), primera jiennense en jugar con la Selección absoluta, ocupan cargos de responsabilidad en la estructura de equipos como el Sevilla FC. Y tras ella, jugadoras como María de Alharilla Casado (Porcuna, 1990), Raquel Pinel (Jaén, 1994) o Celia Jiménez (Alcaudete, 1995) se desempeñan a nivel profesional en clubes plenamente convencidos del potencial de un deporte que sigue batiendo récords cada año.

Alharilla, una de las futbolistas más experimentadas de la plantilla actual del Levante UD, aún recuerda los campos de tierra y la inestabilidad del fútbol femenino cuando empezaba a dar patadas al balón. Del cambio experimentado en primera persona destaca “la posibilidad de dedicarnos a tiempo completo al fútbol y poder descansar más, de cuidar la alimentación o de contar con más tipos de entrenamiento. Quien está dentro del futfem ahora está mucho más cualificado”.

Crecimiento fulgurante

El alza en todos los parámetros tuvo su momento álgido el verano pasado con la disputa del Mundial femenino de Francia. Celia Jiménez formó parte de la expedición española que hizo historia al llevar a la Selección a sus primeros octavos de final. A través de un proceso continuo de mejora en los apartados físico, técnico y táctico, el equipo “ha crecido y después de esta experiencia se ha dado un paso firme adelante. Creo que podemos jugar de tú a tú y competir con cualquier potencia mundial”.

La línea ascendente experimentada por el combinado nacional puede servir de termómetro para apreciar lo sucedido. Hace apenas cinco años, España acudió a Canadá para participar en el que sería su primer Mundial femenino, una cita en la que hacer acto de presencia fue, de por sí, un éxito. El balance de un empate y dos derrotas en la fase de grupos dejó patente el camino que quedaba por recorrer. No obstante, para cuando las jugadoras desembarcaron en Francia cuatro años después la mejora española era ya evidente. A la primera victoria en un Mundial siguió la clasificación a la siguiente ronda y, ante la omnipotente Estados Unidos, la Selección compitió con descaro ante el mejor equipo de fútbol femenino de la historia.

Y es que, si fuese necesario destacar un aspecto que invite a mostrar optimismo por el devenir de la competición en España, ese es la progresión de las jugadoras jóvenes que empiezan a despuntar. María de Alharilla, que ha compartido vestuario con algunas de ellas, lo confirma. Su experiencia la sitúa en una posición inmejorable para valorar lo que ve cada día sobre el césped y las sensaciones son inmejorables: “En lo físico y en lo técnico están viniendo muy fuerte. Eva Navarro, por ejemplo, con 17 años ya destacaba muchísimo”.

El cúmulo de factores, pues, ha terminado por dar con el punto de ebullición perfecto. Ahora, las jugadoras pueden desarrollarse en plenitud. Alharilla destaca la libertad que en su equipo les dejan, potenciando la capacidad para pensar. Celia, por su parte, sigue disfrutando de su aventura americana con OL Reign, que también le está permitiendo conocer de primera mano el día a día del Olympique de Lyon. La oportunidad de estudiar y jugar en paralelo le abrió las puertas a un mundo nuevo. Al igual que María o Raquel, el fútbol provincial (Real Jaén – Atlético Jiennense) fue su trampolín y, gracias al nuevo contexto de profesionalización, esta generación de futbolistas puede aspirar al máximo.

En palabras de Celia, “el fútbol es la definición de lo que soy. Juego porque te ofrece valores como el compañerismo, el respeto o el deseo de mejorar… Es un estilo de vida”. Ha tardado en ocurrir pero, ya sí, el fútbol como herramienta social también es cosa de mujeres. Todo fluye.