Inicio Opinión Antonio Oliver Javier Imbroda, el hombre que jamás necesitó reinventarse

Javier Imbroda, el hombre que jamás necesitó reinventarse

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La muerte es y cuando es, parafraseando a Epicuro, ya no somos. Sin embargo Javier Imbroda que nos ha dejado hoy, va aquedarse siempre. No solo en el recuerdo de los cercanos, de la familia o de los amigos. Se queda en el ejemplo y en las enseñanzas que ha transmitido. Todos pasaremos pero lo que él ha dado con tanta generosidad y con tanta jerarquía de conocimiento, tiene una marca indeleble. Es un legado para quienes ni siquiera le habrán conocido pero que podrán usar su herencia deportiva y humana para no perderse ni en el deporte ni en la vida.

Podría escribir una carta larga, con detalles y cargada de dolor. Sin embargo solo voy a hacer un relato breve usando algunas frases que utilicé para definir a Javier en uno de sus libros cuando me invitó a colaborar en él. El libro era «Si temes la soledad NO seas entrenador».

Aquel libro era un acto de servicio a los entrenadores, no importa la disciplina, y lo que escribí entonces sigue vigente hoy a la hora en que lo despido: «Ganar y perder sin necesidad de reinventarse, esa es su principal virtud». Lo vi disfrutando de éxitos que hubieran vuelto loco a cualquiera, con la misma serenidad y la misma elegancia que cuando salía del túnel de las decepciones. Imbroda era el mismo, siempre.

Javier Imbroda en el gran triunfo de Indianápolis

«Todavía posee, aunque la vida le ha dado ocasiones para perderla, la inocencia necesaria para seguir pensando que merece la pena correr riesgos cuando se trata del ser humano» Esto lo escribí hace años pero tomó valor de «nuevo» cuando decidió entrar en política. Ni lo necesitaba ni le iba a reportar nada que no tuviera pero lo volvió a hacer y puso el corazón. Si lo conoces, lo entiendes.

«Javier Imbroda sabe que el banquillo es un espacio abarrotado en el que el dueño vive absolutamente solo. La suerte de Javier es que lo ha entendido y la nuestra que ha decidido contarlo». Esto vale para el baloncesto y para la política. Supo tragarse la soledad del entrenador y combatirla porque él, como todos, también sintió miedo pero lo superaba con responsabilidad y a base de coraje. La política le recordó lo ingratos que pueden ser ciertos momentos pero también lo fuerte que puedes llegar a ser si crees en lo que haces.

Javier Imbroda ha tenido la fuerza y el valor de no olvidar nunca, que lo primero son las personas. Ese legado no tiene precio.

Me despido de un amigo que me enseñó muchas cosas, que me ayudó siempre y que siempre que hablábamos tenía algún consejo de los que sirven para vivir, por eso estará siempre conmigo. Gracias Javier.