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Casemiro o cuando restar, suma

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Marselle

Casemiro muestra cómo el fútbol es un espacio en el que se alimentan las pasiones más románticas, más épicas y más «para siempre» pero también una realidad sujeta a movimientos que lo relativizan todo. Los vínculos del fútbol son tan intensos como transitorios. Nada dura eternamente y los hechos lo van explicando. No es el primer caso ni en tiempo ni en forma.

La salida del centrocampista del Real Madrid es sorprendente por inesperada y por tratarse de un buen jugador que, además, trasciende a lo puramente futbolístico. El brasileño representa para gran parte del madridismo los valores del club y eso hace que el hecho estremezca las columnas emocionales de una afición, que no esperaba sumar efectivos pero tampoco imaginaba una resta. 

Futbolista modélico en la caseta,  buen compañero, eficaz en el campo y referente para el entrenador. El conjunto blanco pierde mucho con su salida pero jugador y club han tardado cero minutos en entenderse. Hay momentos en los que sobran las palabras.

Casemiro ha escuchado la llamada para el último tren de su carrera. Ha mirado atrás y ha visto un arsenal de títulos (18) y muchos jóvenes esperando su lugar en el campo. Ha mirado al frente y ha visto un histórico que le necesita y que le paga un pastizal. Buen momento para irse.

El Real Madrid ve un adelanto acelerado pero natural de sus planes y una oportunidad para ingresar 72 millones más variables, que nunca vienen mal. Negarse a la petición expresa del futbolista hubiera sido empañar una relación idílica y embarrar el vestuario. Enredar por enredar.

Bien está lo que bien acaba. No hay damnificados y eso a ciertos niveles deportivos y económicos es un logro. Ejemplo de cuando restar, suma.