En los últimos años, este debe de ser el peor momento del fútbol argentino. Días pasados murió un simpatizante de Lanús por el disparo de un efectivo policial. El impacto de la bala de goma fue letal, ya que fue a corta distancia. Por tal motivo suspendieron el encuentro cuando Lanús perdía en la cancha de Estudiantes por 2-0.
Parece mentira, pero los argentinos ya nos acostumbramos a escuchar este tipo de noticias. Y lo que es peor, en pocos días nos olvidamos. Ya son más de 260 muertos en las canchas argentinas. Como siempre ocurre, después de un hecho de semejantes características se toman medidas: no se podrá ir más a la cancha en condición de visitante. Como si el resto del público tuviera la culpa de lo ocurrido.
El gran problema que enfrenta el Gobierno Nacional es que el fútbol pertenece al estado (fue expropiado a una empresa privada) y no hay nadie a quién echarle la culpa. Son los máximos responsables de lo ocurrido.
¿Saben cómo termina esta historia? Separan de sus funciones al policía, la gente se olvidará de lo ocurrido para el próximo torneo y el fallecido será un nombre más en una lista de muertos en la cuál todavía nosotros no figuramos ¿Será cuestión de tiempo?
Este fue el año de las partidos sospechados, suspendidos por violencia y de la muerte. Peor no se puede estar ¿El fútbol? Bien, gracias.
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