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La encrucijada del Betis

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betisSevilla. El domingo pasado en el Sánchez-Pizjuán Paulão, vestido de verdiblanco y sin poder levantar la mirada del suelo, se hundió entre lagrimas al llegar al túnel de vestuarios. Unos metros más arriba el Betis volvía a naufragar ante el eterno rival y desde la grada visitante unos cuantos –demasiados- descerebrados emitían gritos racistas al defensa recién expulsado.  La escena evidenció que el equipo ha tocado fondo.

Los insultos racistas, a pesar de quedar patente que fueron emitidos por una minoría, no deben engañar a nadie. Al Benito Villamarín sigue acudiendo un grupúsculo de aficionados que en cada partido discrimina racialmente a jugadores tanto de los equipos visitantes como del local. Si el domingo el increpado fue Paulão, el año pasado le tocó Nelson, por ejemplo. En España el problema sigue tratándose con demasiada laxitud desde los diferentes estamentos deportivos, cuando la acción que los clubes han de tomar es la de identificar y prohibir la entrada al campo a estos individuos.

Por suerte para el Betis, la gran masa social que enorgullece a las trece barras de su escudo quedó abochornada por la escena. Ellos son los que ahora, además, han de sacar al equipo de la encrucijada en la que se encuentra. Y es que las ocasiones de gol llegan y la plantilla conoce el manual de juego por el que apuesta el técnico, pero la victoria se resiste.

El engranaje no funciona

Los nueve puntos cosechados de los 42 en juego evidencian que algo no funciona, sobre todo si se echa la vista atrás y se compara con la temporada anterior. Quizás ahí comenzó a incubarse la tormenta que ahora arrecia en Heliópolis. La plantilla que escaló hasta la Europa League ahora es prácticamente inexistente, y los que quedan no atraviesan su mejor racha.

Donde queda patente de forma tácita esta situación es en la línea ofensiva. El tándem Rubén Castro – Jorge Molina ha aupado al Betis desde la Segunda División hasta Europa bajo las órdenes de Mel. Ambos son veteranos en el equipo, los dos se complementan como piezas consecutivas de un mismo engranaje y el uno con el otro se hacen mejores elevando sus cifras goleadoras mutuamente.

La lesión del primero ha lastrado al segundo, y la cascada de consecuencias ha llegado hasta el apartado goleador del equipo. Sin embargo, en este primer tramo de competición el conjunto ha demostrado muchas otras debilidades, quizás por la avalancha de caras nuevas llegadas a Heliópolis que, al menos hasta ahora, no han dado la talla.

 Cumplir las expectativas, tarea compleja

Betis El listón, todo hay que decirlo, era alto. El aficionado del Betis no debe engañarse, pues repetir el guión de la temporada anterior es difícil. Y más aún si como fruto de ello ahora sobre el césped del Benito Villamarín se disputan tres competiciones europeas con una plantilla menos experimentada. A esta altura de la campaña lamerse las heridas del verano sirve de poco, aunque la experiencia debería servir y quedar guardada en la retina de un proyecto que debe funcionar con el largo plazo como bandera.

Y no sólo como bandera, sino como piedra angular sobre la que edificar un bloque sólido para no volver a tener que pensar en el descenso por mucho tiempo. Esta mentalidad no funciona sin la afición, pero en pleno siglo XXI la mayoría de hinchadas se han abonado al ‘Vive rápido’ y al ‘Entrenador X vete ya’.

La del Betis, que cuenta con el mérito de saber estar detrás del equipo cuando el viento sopla en contra, ha de intentar incluir en su apartado de facultades esta otra virtud. Pero ello debe ser motivado desde la zona noble, que debe disipar las dudas sobre el banquillo si quiere que plantilla y afición puedan remar sin obstáculos.

 La estrategia a largo plazo

 La entidad verdiblanca ha hecho a estas alturas lo más difícil, que es contar con un técnico entregado a la causa y que la siente como suya durante ya cuatro temporadas. Cambiar el rumbo de la travesía cuando el equipo, por más que cierre en estos momentos la clasificación, ha sabido escalar desde la Segunda División hasta los puestos europeos es una imprudencia que el Betis no se debe permitir.

 Si la pizarra de Pepe Mel ha funcionado hasta ahora, escapar de los puestos de descenso llegará tarde o temprano si al grupo se le deja trabajar sin las prisas con las que conviven otros equipos. El momento crítico del conjunto verdiblanco hundido tanto en los despachos como en el segundo escalafón del fútbol español quedó atrás hace unos años, por lo que la ‘crisis de identidad’ que ahora sufre la plantilla no debería hacer saltar las alarmas.

El objetivo, aunque muchos lo han olvidado por los cantos de sirena resultado de la gran temporada pasada, sigue siendo asentarse en la Primera División. Mantener una línea constante que permita la estabilización del club como entidad en los despachos, pensando que únicamente ello permitirá que en el futuro la faceta deportiva del club se vea beneficiada por la buena salud en los pasillos de Administración.

 La toma de decisiones

efe betis zaragozaNo son pocas las voces que comienzan a pedir un relevo en la dirección técnica del equipo, pero el aficionado ha de intentar conocer las implicaciones y riesgos que ello puede suponer. Saber mirar con cierta perspectiva es difícil cuando el fútbol es una afición a la que se acude para intentar precisamente no pensar mucho. Pero a la masa social del Betis ahora precisamente debe pedírsele eso, pues su altura de miras puede influir decisivamente en el devenir del equipo.

En la jornada decimoquinta de campeonato liguero el equipo verdiblanco ha llegado a un cruce de caminos en el que, inevitablemente, debe tomar una decisión. La única forma de acertar pasa por la colaboración entre los distintos estamentos del club, por lo que es el momento de disipar dudas y salir de su particular encrucijada.

La imagen de Paulão roto por su error en el túnel de Nervión puede ser el punto de inflexión que reconduzca la situación del Betis. El equipo sabe de sobra lo que es afrontar momentos duros, y la experiencia de haber superado con éxito situaciones críticas debe ser aprovechada. El ‘manque pierda’, en definitiva, es un cable a tierra siempre disponible del que agarrarse cuando el momento lo requiere. Como ahora.