New York Knicks y Denver Nuggets. Penúltimo y antepenúltimo de este y oeste en la NBA, respectivamente. Un cartel nada atractivo para la sobremesa de un domingo… De no ser porque el escenario de esta ínfima batalla era el Madison Square Garden.
The world’s most famous arena se auto promociona. Allí, en 1971, se disputó el ‘combate del siglo’. La primera pelea entre un Mohamed Ali antisistema, despojado de la corona mundial por negarse a ir a la guerra, y Smokin Joe Frazier, que fue el primero en tumbar a The Greatest, llevándose la victoria en 15 asaltos.
Allí, Marilyn Monroe, aun siendo una de las mujeres más deseadas del mundo, compró cinco asientos para asegurarse una cena privada con el presidente Kennedy en su 45 cumpleaños, al que regaló una de las felicitaciones más recordadas de la historia.
También de las entrañas de este mítico estadio salió ovacionado un tal Michael Jordan en su debut como profesional. Hasta el propio Roger Federer ha asombrado a los neoyorquinos con su revés, equiparable a la historia de The Garden.
Una hora antes me presenté en la séptima avenida para experimentar por primera vez lo que los mágicos muros del Madison escondían. Los acomodadores hacían su trabajo. Pero ahí no quedaba la cosa. Se presentaban, dándote la bienvenida y quedando a tu entera disposición para casi cualquier contrariedad. Bajé hasta la fila 6, justo detrás de la canasta. Los locales calentaban. Sudaban a falta de 30 minutos para el comienzo del partido. Hasta creí poder oler tan molesto mecanismo de defensa. La confusión se disipó cuando vi a mi lado a un joven vendiendo alitas de pollo y patatas fritas a precio de oro. Mientras en el videomarcador cronometraban el tiempo que tardaban los aficionados en descubrir que estaban siendo ‘cazados’ por la cámara. Deporte más espectáculo, seña de identidad de los americanos. Entonces salió a escena Brianna Gentilella. Una joven del Bronx con voz angelical que entonó el himno estadounidense. Silencio sepulcral. Mano al pecho. El Madison estalló. La exhibición de americanismo no acababó ahí.
Luces fuera. Una cuenta atrás entonada por Carmelo Anthony desde el videomarcador daba paso a los protagonistas. Como si el calendario volviera a 1971, a la velada de Ali vs. Frazier, los jugadores eran recibidos como púgiles. Poco o nada importaban las 8 derrotas por tan solo 2 victorias de los Knicks al comienzo de la liga. Las gradas retumbaban igualmente.
Balón al aire. Comenzó anotando J.R. Smith, el macarra del equipo, y no paró de hacerlo en toda la tarde, firmando su mejor partido de la temporada con 28 puntos. Los mismos que Carmelo, icono en Nueva York, MVP para los aficionados, con un más que aceptable 10 de 14 en tiros de campo. Calderón no pudo debutar aun con los Knicks. Un “típico tirón” que lleva arrastrando desde que comenzó la temporada y que le obligó a ver el partido desde el banquillo. A los de Colorado se les quedó semejante cara. Con tan solo 8 puntos anotados en el segundo cuarto, los de la costa oeste poco pudieron hacer ante los New Yorkers.
93-109 fue el resultado final para los de la Gran Manzana. Las gradas se vaciaron. Yo me quedé en mi butaca, e imaginé por un momento a Ali, a Frazier, a Jordan, o a Roger. Entonces me levanté, tomé la última instantánea de rigor, y prometí no marcharme del país sin buscar de nuevo cobijo en el Madison,The world’s most famous arena.
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