Inicio 1ª División Sampaoli: lo que puede el cariño, no lo consigue la fuerza

Sampaoli: lo que puede el cariño, no lo consigue la fuerza

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Sevilla es una ciudad de pasiones y antagonismos naturales. Esa dialéctica la hace hermosa, sugerente, querible, particular, extrema y única. Es una de las ciudades más bellas del mundo y su gente, al mojar en la tinta del corazón, alcanza el nivel de la ciudad. Entonces Sevilla supera la línea del encanto y, cuando vives esto, ya no te quieres ir nunca. Sampaoli lo habrá notado.

El fútbol es un edificio de cimientos profundos y de paredes permeables. Por el fútbol pasa mucha gente que no tiene nada que ver con él y se agradece que, de cuando en cuando, aparezcan personas con «pie de imprenta». Sampaoli pertenece al fútbol que se juega con los pies pero que nace en el corazón y se ordena en la cabeza.

Esta ciudad, como todo lo que es hermoso, entra por los sentidos pero tiene una red compleja que se ha tejido durante muchos años y que hay que cruzar para pertenecer a ella. Es una forma de protegerse. Esto sirve para la vida y para el fútbol de Sevilla. Entras con la ilusión del que se ve deslumbrado por lo que alcanzan sus sentidos, luego hay que andar por unos hilos delgadísimos que se quiebran ante el temor o la duda. Si logras entender lo que escuchas, lo que llega dado, los silencios y eso que se adivina en los pliegues de las conversaciones a «volapié». Si tienes una idea y la subes a un discurso claro y efectivo, no hay problema. Sevilla te reconoce y te abraza. Ya no hay fisuras ni medias tintas. Eres de aquí.

Sampaoli llegó al Sevilla FC con su maleta de músicas y discursos futbolísticos. Cargado de fe en sus métodos: lo que funciona no se cambia …y si no funciona tampoco. No se negocia respirar, porque si no respiras te mueres. No se negocia la forma de entender la vida o el fútbol. Para él, tengo la sensación de que viene a ser la misma cosa. Este entrenador no se ha reinventado nunca. Ha aprendido cosas, ha mirado con la urgencia del que piensa que le va a faltar tiempo, con una vida, para ver todo el fútbol posible. Esto lo traía de serie aunque él tardara unos años, como todos, en saber lo que quería. Al final eligió y se puso a dar vueltas a bordo de una idea. Ha vivido como ha pensado y ha hecho lo que cree que debe hacer. Le ha ido bien o , a veces, le ha ido muy mal. Ha observado mucho y ha metido la mano en muchas fuentes, pero solo hay un Sampaoli. Tengo la impresión de que discute sobre fútbol con él mismo, lo que ya no sé es, si hay acuerdo o lo que busca es un desacuerdo enriquecedor.

Vino y Sevilla le otorgó todo lo necesario para escribir con tinta invisible, como corresponde a un pensamiento íntimo: este es el lugar. El terreno donde «el toro te pone en tu sitio». El Sevilla lo tiene casi todo y el argentino, desde el primer día, se puso en el terreno donde se gana la gloria o la cogida, el suyo. Hubo murmullo en los tendidos, aire de miedo, sombras de duda pero el balón siempre va con el que lo quiere. A la pelota, como a cualquiera, no le gustan los desplantes, los empujones. El balón quiere ser socio no mendigo. Ir acompañando, no delante ni detrás. Le gusta ir con todo el que la lleve bien. Esa es la forma de entender el juego de Sampaoli. En un entrenamiento el balón es mucho más que los conos y en un partido lo es todo.

Fácil no ha sido. Sevilla es un goce para los sentidos futbolísticos pero tiene, como todo en esta ciudad, un complejo entramado que lleva o hace imposible llegar al alma de lo que se busca. Empezar perdiendo no le gusta a nadie, a los sevillistas menos. Las idas y venidas, los arreones y la marcha atrás abrieron el avispero. El no saber si se estaba cerca de la gloria o debajo de la cama, confundía y daba hilo a las lenguas de doble filo. Se puso en marcha la campaña para un nuevo entrenador, se cuestionó hasta el chandal de Sampaoli. Nervión era un flan y se temía lo peor. Nada nuevo: fútbol. Luego viene el balón y lo pone todo en su sitio. De la duda emergió la certeza de un mensaje sin media vuelta: directo, claro, innegociable. Solo quedaba confiar o encomendarse a uno de los santos de la ciudad. En Sevilla cada uno tiene el suyo. Ahora, cuando se habla de fútbol en el Ramón Sánchez Pizjuán, es Sampaoli. No les ha ido mal. Pide lo máximo, lo da todo; quiere entrega, la reparte. Sampaoli apela al compromiso, al cariño, a la responsabilidad compartida, a partirse la cara y el corazón por un escudo. Pide que prime la ilusión antes que el contrato. Eso mismo venia a decir una letra flamenca de Carlos Cruz, cantaor de mi pueblo: «Lo que puede el cariño, no lo consigue la fuerza».