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Pinceladas del Mundial

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Eduardo Grenier.- Cuba. Rusia huele a vodka y a la nieve desparramada en las calles cuando acecha el invierno. Dicen que, en Moscú, cuando el frío aprieta impúdicamente los cimientos de la ciudad, resulta imposible asomar la nariz al aire libre. Así es el gigante euroasiático, una nación más conocida por sus principios marxista leninistas que por su clima gélido y sus “Matrioshkas”. Sin embargo, no es Rusia hoy más que un espejismo de ese país impávido y arrinconado.

Hoy cada vericueto de la que otrora fuera el corazón de la Unión Soviética se encuentra bañado de fútbol, rebosa alegría y colores entre banderas, bufandas o cualquier atavío estrafalario; es anfitriona de cientos de huéspedes llegados de 32 naciones del planeta que viajaron a suelo ruso tras los amores de sus vidas: los equipos de sus países. El Mundial es un hecho. Comenzó hace dos días y la rotación terrestre amenaza con paralizarse. Sin más, Palabra de Fútbol les obsequia algunas pinceladas que seguramente usted notó en las primeras jornadas de la gran fiesta balompédica cuatrienal.

La Roja y su sentimiento

En un palco del estadio de Sochi, un señor mayor, con boina negra y amarilla, cachetes teñidos de rojo medio desteñido y bandera española en mano, grita la melodía de su himno. Una vena sale de su cuello, como si quisiera explotar. A decir verdad, su cuello también es rojo. Rojo por el esfuerzo de su garganta, rojo como la bandera que agita con orgullo.   

Más allá de dilemas evitables entre personas que, a veces, se niegan a mirar más allá de su nariz, hay algo que la Roja de España nunca pierde en un rectángulo de juego, y es su sentimiento. Ayer Sochi era un espectáculo. Las gradas del estadio parecían ruborizadas por la afición hispana, y sobre el césped, los jugadores pelearon con ahínco. España puede carecer de buen fútbol –que no es el caso-, pero en los Mundiales se ve a pocos portar la camiseta con tanto sentido de pertenencia.

La Garra Charrúa

Cuando José María “Chema” Giménez encontró con su testa el balón y la envió al fondo del arco a falta de segundos para finalizar el partido, Oscar Washington Tabares tomó su muleta y salió del banquillo a guiar el triunfo uruguayo. Lo celebró con rabia y caminó par de pasos, aunque tuvo que regresar. La salud del maestro no es la misma de antes. Le cuesta mantenerse de pie. En ese instante, pareció olvidarlo.

Uruguay es dueña de una garra autóctona que la convierte en animadora importante de casi todos los certámenes a los que asiste. Por increíble que parezca, un país de alrededor de tres millones de habitantes se las ingenia para presentar siempre selecciones competitivas. Sin embargo, la entrega constituye la más fidedigna de sus características. Sin más, en su partido inicial en Rusia 2018 amarraron los tres puntos casi cuando el árbitro se llevaba el silbato a la boca. Es la garra charrúa. Siempre ahí. Así es Uruguay.

Con Francia funcionó el VAR

Griezmann se estrenó marcando y abrió el VAR. Los franceses han sufrido con Australia. Ganaron sin brillo y sembrando más de una duda. El empate de los australianos hizo más evidente la falta de armonía de los solistas galos y sólo un gol, de esos que antes eran fantasmas, salvó al conjunto gabacho. Pogba fue el autor del tanto que rescató a Francia para darle tiempo ara pensar y reorganizarse. Lo mejor los puntos.

Argentina empieza tropezando

Nada es fácil en un Mundial. De ahí partimos, pero pocos auguraban un tropiezo de la Argentina de Messi. Islandia es una selección que goza de muchas simpatías pero de ahí a quitarle dos puntos al equipo de Sampaoli, hay un trecho. El gol de Kun Agüero parecía abrir el camino. Solo un espejismo. El orden, la atención y el enjaulamiento a Messi, por parte de Islandia, hizo imposible que se incumpliera el pronóstico. La primera parte se terminó con empate. Así terminó el partido. El capitán argentino, para echar más leña al fuego, erró una pena máxima y destapo la caja de los truenos en Argentina. A la albiceleste le toca remontar y ser la que tiene que ser.

Rutinas mundialistas

Dijo Fernando Torres en una entrevista reciente que el fútbol solo se vive en los estadios. Puede que tenga razón. Sin embargo, la geografía es tan caprichosa que, en Cuba, cientos de corazones palpitan entre goles y gambetas a través de la magia de la televisión. Muchos han solicitado vacaciones para disfrutar una parrilla que solo llega cada cuatro años. Así, con un sorbo de ron y un tabaco caribeño, en cualquier esquina te puedes tropezar con un señor pegado a su televisor viendo el fútbol. Y quien lo moleste, ¡ay de quien lo moleste!