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La Victoria 1958: Vuelo al pasado a bordo de la cámara de Enrique López Ruiz

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Real Jaén 2- Hércules 1 Segunda División. 58/59.Arregui frente a Joan Pignol portero rival

Enrique López Ruiz nació en Alcaudete en 1932. Murió en Alcaudete en 1997. Entre esas dos fechas hubo una vida intensa, romántica, osada, difícil y finalmente serena. El protagonista de mi relato no estuvo ligado directamente a este deporte pero gracias a su curiosidad, a su búsqueda permanente y, por fortuna, a su afición al fútbol han llegado a nuestra redacción unos recuerdos fotográficos que nos llevan a una época en la que el Real Jaén jugaba con equipos icónicos y el Estadio de La Victoria recibía a las estrellas del momento.

Como pequeño homenaje al autor de los documentos que ilustran el relato, repasaremos brevemente su vida que, en el fondo, es la vida de un deportista porque Enrique fue muchas cosas pero amó profundamente y practicó, el aeromodelismo. Esa vocación es, seguramente, una metáfora de su vida.

Enrique López perdió a su padre muy pronto. Vino a estudiar a Jaén siendo un niño. Vivió en la calle Maestra, muy cerca del mítico Manila. Era casa familiar de su tío, Francisco de Paula López Rivera, arquitecto de la Diputación y del Obispado. Inició estudios en el Seminario pero, por el encontronazo con un profesor, salió y terminó en el instituto de San Agustín. Allí se formó y empezó a enamorarse de la ciudad y a mezclarse con la gente. Era un alma libre, inquieta. Su tío decidió que la carrera de derecho era lo que más le convenía y mandó a su sobrino a la Universidad de Granada.

Enrique López en Armilla…

La intención fue buena pero Enrique llevaba en el corazón un insospechado y oculto deseo que se proyectó irremediablemente cuando coincidió y trabó amistad con un militar del aire, con base en Armilla. Su pasión por volar y por recrear ingenios aeronaúticos truncó los estudios de derecho. Estudiando segundo de carrera vendió los libros y se fue, en Vespa, a un concurso de aeromodelismo en Salamanca.

Su tío, contrariado por las licencias de Enrique, bajó la ventanilla de las ayudas y nuestro protagonista tuvo que cambiar «el plan de vuelo». Sin embargo la vida proyecta sin parar y actúa por su cuenta. Él quiso ser ingeniero aeronaútico, no pudo. Hoy, su nieto Enrique, tiene tres ingenierías y pese a su juventud ya ha viajado por medio mundo.  Quizás el espíritu del abuelo es el queroseno que impulsa al nieto para multiplicar el sueño de los dos.

Arregui y Escudero. Sorteo de campos.

La fotografía, otra de sus pasiones, o volar por los cielos de Granada y de Jaén y hacer volar los pequeños aparatos que él mismo modelaba con sus manos, alimentaban el alma pero el cuerpo tenía que ser atendido.

Fue empresario taurino y construyó una plaza de toros en Alcaudete. Tuvo un taxi y trabajó con él muchos años. Viajó y conoció gente. Condujo algún coche de los más vistosos y potentes de la época y cada vez que podía estaba en el Estadio de la Victoria con el corazón latiendo por sus colores pero con el ojo de reportero en modo «on» permanentemente. En aquel emblemático y desaparecido estadio tomó documentos, especiales ya en ese tiempo, y que hoy resultan testimonios valiosos, por entrañables…por históricos.

La Victoria. El Castillo y Jaén en su falda. Historia, tiempo.

Enrique, por su conocimiento futbolísitico y por su intuición de fotógrafo, sabía dónde situarse siempre. Cerca de banquillos al principio y tras la portería que atacaba el Real Jaén durante el partido. Casi todas las fotografías corresponden a la temporada 57/58. Quizás alguna se hizo en otro momento.

La jornada en la que el Fútbol Club Barcelona visitó La Victoria, Jaén vivió un día de esos que solo el fútbol procura. La ciudad entera respiraba aire de «gran capital». Lo que da el balón nunca o casi nunca es para siempre pero permite vivir momentos únicos y experimentar sensaciones de autoestima que elevan y por un momento notas, que sobre ti no hay nada ni nadie.

Antes del partido Enrique tuvo tiempo de inmortalizar a algunos seguidores del Real Jaén.

Kubala y Antoni Ramallest posaban relajados con dos niños para la cámara de Enrique. Mientras, los equipos estaban ya cada uno en su campo. Es como si el árbitro esperara a que estos genios terminarán su amable sesión de fotos. El estadio de La Victoria reventaba. Sus gradas eran, las fotos hablan, un clamor. Recibir al Barcelona de Kubala era como para frotarse los ojos. Además se ganó (1-0).

Ramallest posa instantes antes del inicio del partido en La Victoria

En algunas de estas fotografías aparecen edificios emblemáticos que rodeaban el campo. Algunos todavía siguen ahí. Resulta especialmente emotivo comprobar cómo aparece, el inmolado ya, edificio de la Escuela de Peritos. En esos años se estaba construyendo. Es como encontrar la foto de un pariente fallecido y ver cómo el documento nos lo muestra recién nacido o naciendo como es el caso. El fútbol como excusa para mirar nuestra vida. Ese es el valor de los documentos de Enrique López y su cámara.

El partido Real Jaén – At. de Madrid, se jugó el 20 de abril de 1958. Enrique dejó su coche cerca de Las Batallas y descendió hasta el estadio casi dos horas antes del comienzo. Era su costumbre. Los blancos perdieron (1-0) gol de Adrián Escudero, capitán del conjunto atlético. Este gol sería el penúltimo que Escudero marcaría en su carrera. El Atlético formó en La Victoria con Pazos, Callejo, Heriberto Herrera, Chuzo, Verde y Rafa. Agachados: Miguel, Hollaus, Peter Ilku, Agustín y Escudero.

Derrota local. La temporada no estaba siendo buena para el Real Jaén que ese día formó con Madriles, Egusquiza, Anchía,Oliva, Mandi, Cerrillo y Bermúdez. Agachados Sará, Arregui, y junto a ellos un niño no sé si más impresionado que feliz, Adalberto y Peiró. Al fondo la Escuela de Peritos creciendo. Ya no existen ni Peritos ni el Estadio de La Victoria. Queda el recuerdo en los corazones y la imagen en documentos como este.

El fútbol y el Real Jaén apasionaban a Enrique, aquí están las pruebas. En realidad, siempre fue un hombre apasionado. Cuando comenzó a salir con Lolita, la que sería su mujer, se citaban en la terraza. Ella subía y Enrique, volando desde Armilla, pasaba muy cerca y Lolita miraba al cielo viendo lo que más quería. Casados ya y con hijos, a Lolita le hacía menos gracia que volara…y se lo prohibió. Él alguna vez rompió el veto para recordar que nada se puede interponer y separarte de lo que amas de verdad.

Kubala, en la banda de La Victoria, posa con un aficionado para Enrique López

Vivió de prisa, se entregó al máximo en todo lo que hizo. Voló, captó imágenes y se relacionó con la vida y la gente con mucha urgencia. Es como si presintiera que que el telón iba a caer demasiado pronto. Enrique tenía 49 años cuando empezó a perder la vista. Para un hombre tan lleno de retos debió ser un quebranto difícil de asumir. Sin embargo no mudó su condición. La tragedia no le agrió el alma. Él seguía viendo los vuelos sobre la terraza y a Lolita agitando el pañuelo. Se veía diseñando, construyendo, con pericia de cirujano, sus ingenios voladores y mirando por el objetivo de su cámara cómo pasaba la vida. Gracias a este romántico, que también fue reportero gráfico en La Victoria, nos han caído del cielo estas fotos. Un placer compartirlas y una delicia repasar la vida de Enrique, alguien que supo vivir sin red y que terminó su días de una forma armónica, elegante y sin estridencias. Haciendo la vida fácil a todos.  Viendo con los ojos del corazón. No cabe más claridad. Gracias por este regalo Enrique.