Inicio FC. Barcelona El efecto Messi muestra el camino de las semis.

El efecto Messi muestra el camino de las semis.

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FC Barcelona 1-1 París Saint Germain.
Imagen: EFE.

Las cámaras le persiguieron desde un principio. Como era de esperar, Leo Messi inició el partido desde el banquillo, sentado en primera fila y apartado del resto de sus compañeros. Su jerarquía quedó patente también fuera del terreno de juego. Está claro, no es uno más. Se encontraba junto a uno de los miembros del cuerpo técnico esperando, ansioso, que los planes se torcieran lo más mínimo para saltar a jugar un ratito. La escena hablaba por sí sola: «Quédate por aquí cerca, por si algo va mal». Y cuando la eliminatoria peligró con el gol de Pastore, Tito le soltó la correa y Messi echó a correr. No llevaba ni diez minutos en el campo cuando el argentino agarró un balón en tres cuartos y se lanzó hacia la portería contraria. Sacó a dos defensores de su posición, filtró para el guaje Villa y éste dejó de cara para que Pedro la reventara con su zurda y desde el borde del área. Gol, empate y hasta otra. El crack argentino no pudo hacer más, jugaba lesionado. Como cuando los niños quieren ir al partido con cuarenta de fiebre. Supongo que a mamá Messi la habrían encarcelado si no llega a permitir que la criatura cogiera el macuto para ir a jugar con sus amiguitos.

Efectivamente, el Barça lo vio muy negro. Tras un comienzo prometedor en el que parecía que había vuelto la movilidad sin balón y en el que Xavi casi transforma una falta directa antes de que se cumplieran dos minutos de partido, la noche se nubló para los azulgrana y el equipo de Tito Vilanova empezó a tener problemas para terminar las jugadas. El ritmo lento de juego dio paso a un fútbol previsible que favoreció la presión del Paris Saint Germain, así que descubrimos que gente como Busquets también sabe perder balones. Con el centro del campo maniatado y sin ideas, los franceses trasladaron toda su fe a la velocidad de Lucas Moura o Lavezzi, y al contragolpe dispusieron de las ocasiones más claras del partido. Valdés, empeñado en dramatizar -más, si cabe- su despedida, cuajó un partido extraordinario y salvó a su equipo del desastre. Por noches como la de ayer será recordado el portero catalán. Lavezzi volverá hoy a soñar con él. Y mañana también. Y al otro. Y así hasta que vuelva a verse otra vez tan cerca de la semifinal de Champions.

Sin Leo, sin fluidez y, otra vez, sin plan B, el Barça cabalgó como pudo a lomos de Pedro e Iniesta. La esperanza del Camp Nou pendía de algún fogonazo de talento. Y es que a este equipo le gusta jugar con fuego. Si algo no resulta, le basta con frotar dos piedras y esperar a que salte la chispa. Con Xavi, Pedro, Villa o Iniesta, la supervivencia está garantizada, al menos hasta el momento. Así transcurrió la primera parte y, tal cual, comenzó la segunda. Con ese Barça esperando a ver qué pasa y un PSG desafiante en cada contragolpe. A los cinco minutos de la reanudación se consumó la tragedia, el gol de Pastore en el 50′ dejó helado al Camp Nou y, de repente, el maravilloso 2-2 de la ida se había esfumado. Hacía falta un gol, nada más y nada menos que un gol.

Entonces -como iba diciendo- los focos apuntaron hacia él. Cumplida la hora de partido, Leo Messi saltó al campo para sustituir a un Cesc irritantemente improductivo. El argentino levantó a los casi 100.000 aficionados que abarrotaban el coliseo azulgrana y declaró el Estado de Sitio. Su simple presencia hizo saltar todas las alarmas del rival y dio vigor a los suyos. Diez minutos bastaron para que Messi, con la ayuda de un Iniesta sublime, cambiara la cara del Barça y el signo de la eliminatoria. Visiblemente lesionado, Messi dio dos carreras y no volvió a esforzarse. El trabajo estaba hecho. Trató de asociarse para dormir el partido y mantuvo en alerta a la defensa del Paris Saint Germain. Verle merodear por los alrededores sembró intranquilidad y restó confianza a un conjunto galo que no pudo reaccionar.

El Barça volvió a meterse, por sexto año consecutivo, en una semifinal de Champions, donde esperan Bayern de Munich, Borussia Dortmund y Real Madrid. Españoles contra alemanes otra vez. Y todo gracias al efecto Messi.