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El Barça y la cuerda rota de la guitarra

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¿Qué pasaría si el 2-8 ocurriera la semana que viene?

El Barcelona sufrió en Munich la derrota más dolorosa en cinco años. El último gran varapalo que se le recuerda antes del -ya histórico- fusilamiento del Allianz Arena fue otra paliza en el Bernabéu, en la que el Real Madrid endosó al Barcelona un contundente 4-1 con pasillo previo incluido. Sucedió un 7 de mayo de 2008, significó el fin de la etapa Rijkaard y la abdicación de Ronaldinho. Después llegó Guardiola y el Barça vivió los años más gloriosos de su historia, pues nadie volvió a someter a un equipo legendario que lo ha ganado todo. Ahora, Tito Vilanova recoge el testigo y tratará de retrasar el ocaso de un Imperio que parece tener los días contados. Es cierto que ganará la Liga, pero a este club ya no le basta con dominar una competición doméstica en la que no ha podido vencer a su gran -y único- rival. Al Barça se le exige algo más, pero su hegemonía en Europa parece haber terminado.

El 4-0 de Munich se antoja insalvable. Los alemanes se impusieron con una autoridad incontestable y solo un milagro podría cambiar el sino de la eliminatoria. El equipo de Jupp Heynckes dejó la sensación de que podría ganar, perfectamente, también en el Camp Nou, pero si hay un equipo capacitado para cualquier hazaña, ése es el FC Barcelona. Dependerá de la intensidad y la fe con la que afronte el envite desde el primer minuto, y por supuesto, estará en manos de Leo Messi, capaz de cualquier cosa.

Sin duda, el crack argentino es el termómetro que mide el nivel de este Barça. Enchufado, Messi es capaz de guiar al equipo y reclutar devotos en la grada. Como jugador más adelantado y principal amenaza del equipo, si mañana recupera viejas costumbres, el Barça tendrá razones para soñar con Wembley. Ya lo dijo Pep Guardiola: «Mientras Messi recorra 50 metros para recuperar un balón, este equipo puede ganar a cualquiera». Sin embargo, de un tiempo a esta parte, Messi se ha dado un respiro (lesión a parte) y el Barça defiende siempre con diez futbolistas. El argentino, que sigue resolviendo partidos de forma incuestionable, tiene licencia para evitar el sacrificio defensivo. Probablemente sea ésta la clave. El secreto del Barça estaba en la presión asfixiante que ejercía sobre su rival durante todo el partido y en cualquier sector del campo. Ahora, el equipo sufre para recuperar el balón y lo hace cada vez más cerca de su portería, por tanto, es mucho más vulnerable que antes. Prueba de ello son los 35 goles encajados esta temporada en liga (restan cinco para el final), por los 29 de la pasada campaña, los 21 del año del doblete (Champions en Wembley y liga) o los 24 de la temporada 2009/2010.

El Barça ha caído en la autocomplacencia y ya no ahoga al rival como lo hacía antes. Ahora, se refugia en la posesión estéril para justificar una filosofía que ha perdido cultura de esfuerzo. Leo Messi, con cuatro balones de oro y un sinfín de títulos colectivos, ha decidido tomarse el fútbol de otra manera. Y ya se sabe, si el líder no avanza, la tropa se queda. El Barça necesita que el miércoles, ante el Bayern, el mejor Messi predique con el ejemplo: que presione, corra, se esfuerce y haga tres goles. ¿Demasiado pedir? Entonces tal vez sea ésta la cuerda rota de la guitarra, esa cuerda que se ha soltado.