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La sonrisa eterna

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Daniel Mata.- Hoy quiero hablarles de cómo la semilla del fútbol germinó en mí. Hoy quiero hablarles de un genio. Era 21 de julio de 2003 en Barcelona, unos 20.000 aficionados abarrotaban las gradas del Camp Nou. La temporada anterior el FC. Barcelona quedó sexto en la clasificación. En la memoria quedan aquellos pañuelos al viento dirigidos a Joan Gaspart tras encajar un 0-3 ante el Sevilla. Pero llegó él, con su gesto surfero, con una sonrisa que no la cabía en la boca, literalmente, en una época en la que pocos sonreían en Can Barça. Yo nunca fui muy dado al deporte rey, hasta que vi a un genio hacer magia sin truco alguno. Martí y Casquero fueron los invitados de lujo a aquella «noche del gazpacho», aún andan buscando su cintura en el césped del Camp Nou. El mago de Porto Alegre se presentó en sociedad y yo, no voy a mentir, quedé encandilado. Hasta los sismógrafos del Observatori Fabra de Barcelona detectaron la explosión de júbilo de los aficionados culés tras el gol como un focode movimiento sísmico. Algo tenía este chico.

La gloria llegó a Barcelona, convirtiéndose en el club con más seguidores e ingresos de Europa por delante del Madrid de Los Galácticos, todo de la mano de una sonrisa. Quién no recuerda ese triple sombrero a Gurpegui y Javi González, esa samba el 6 de marzo de 2005 en la frontal del área de Petr Cech, ese señor con bigote aplaudiendo junto a su hijo en el templo blanco tras la exhibición del 10… Poesía hecha fútbol. Tiren de videoteca, háganse un favor, y escuchen las retransmisiones de Carlos Martínez y díganme que no sienten un frío hormigueo recorriendo su cuerpo. Si no es así lo siento, retírese de este arte que es el fútbol. Y el FC. Barcelona tocó el cielo en París, 14 años más tarde, alzando la orejona por segunda vez en su historia. Y él llegó al culmen de su carrera, coronando el Olimpo balompédico, ganando el tan sobrevalorado balón de oro…

Y ahí cumplió su deuda con el fútbol. Tocó el cielo sí, pero le faltó saborearlo. La “noche del gazpacho” empezó a convertirse en una tradición, aunque esta vez cambiando el cuero del balón por el de los bongos en las discotecas de Barcelona: Tras el trabajo me gusta divertirme. Y las discotecas están para eso, al diablo con los moralistas”. Los brasileños y esa rebaba que viene de serie… Fueron poco más de dos años, pero dos años de FÚTBOL, por el que merecía la pena pagar el montante de una entrada. Aún hoy sigue paseando su magia y su eterna sonrisa por el Brasileirao, dejando destellos de lo que le convirtió en el número uno. Llegaron más y mejores, sí. Y llegó Guardiola, los seis títulos. También apareció un tal Leo, que destrozó y sigue destrozando los registros del brasileño. Perdónenme, pero no me van a convencer, me sigo decantando por la samba antes que por el tango, me quedo con la sonrisa eterna del fútbol.