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El café a las cinco del Betis

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EFE Jordi Figueras Gil Manzano BetisSevilla. El Real Betis ha caído derrotado (0-2) ante el Athletic Club en un partido marcado por los flagrantes errores del colegiado Jesús Gil Manzano. Con inferioridad numérica desde la media hora de juego, el equipo bilbaíno supo aprovechar su posición dominante para llevarse los tres puntos gracias a los goles de Muniain y Guillermo.

Una tarde más en la oficina para el Betis, lo que sigue acercando al equipo sevillano a Segunda División. Esa es la tónica tras cada partido para un club que necesita sumar de tres en tres pero que enlaza derrotas. La de este domingo ante el Athletic, además, cumpliendo con todas las señas de identidad que se vienen repitiendo durante la temporada 2013/14.

Como el hábito del café a las cinco- o el té a las tres para los inventores del juego-, los hombres de Gabi Calderón saltaron al césped del Benito Villamarín mostrándose fallones atrás y muy inconsistentes en todas las fases ofensivas. Errores en la salida de balón, en la sala de máquinas para la elaboración de jugadas y en la punta de ataque a la hora de dirigir los escasos lanzamientos de los que los delanteros dispusieron.

Las enormes carencias del bloque, una vez disputada la vigésimo quinta jornada, no sorprenden ya a una afición sumida en la resignación del que marcha cuesta abajo y sin frenos. Sin embargo, jornada a jornada los sufridores verdiblancos esperan con ilusión que, al menos, no se les dé impulso en su descenso a los infiernos.

Pero ni en eso tiene ya suerte el Betis. En esta ocasión, y una vez presentadas sobre el campo las mismas credenciales de siempre, el encargado de imprimir velocidad fue Gil Manzano, a quién la experiencia agradó y ya no pudo dejar de repetir.

Llegado el minuto treinta, Rubén Castro se internó en el área superando a su marcador rojiblanco, que sólo pudo responder dejando la pierna derecha a su paso. Con el contacto el atacante canario cayó trabado, pero el colegiado decidió amonestarle. Suficiente para un equipo herido de muerte, aunque el referí, cauto, prefirió asegurarse. Así que en la continuación de la jugada, con un contraataque lanzado del lado vasco, el tropiezo de Kike Sola con Perquis –o viceversa- valió para su cometido.

La falta, de ser, se produjo fuera del área defendida por Adán, pero Gil Manzano señaló el punto de penalti. A Perquis y a Lolo Reyes les llevaron los demonios y ambos recibieron la amonestación que poco después serviría a ambos para irse antes de tiempos al vestuario expulsados.

En medio de la pitada Iker Muniain no tuvo más remedio que adelantar a su equipo desde los once metros. Para cuando el balón rebasó la línea de gol el Betis ya estaba de vuelta, al menos en lo psicológico, pues supieron aguantar dignamente hasta el final con lo que aún estaba por venir.EFE Gabi Calderón Betis

Lo que se intuía no era más que el eco del fatídico minuto treinta. Y donde más resonó fue en la cabeza del central franco polaco Perquis, pues poco tiempo después arrolló a Susaeta en el centro del campo, que sólo pasaba por allí. Sabedor de su error y aprovechando el impulso que había tomado para hacer el ‘tackle’ Perquis siguió sin mirar atrás hacia el túnel de vestuarios. Poco le faltó para lanzarse de cabeza.

La segunda parte, con unos desquiciados y otros fatigados por la pujanza del sol en la capital andaluza, se reanudó casi por obligación, pues ninguno de los dos bandos consiguió implicarse de verdad en lo que quedaba de encuentro. Cada cual por sus motivos.

La expulsión de Lolo Reyes, también marcado por el estigma del penalti, hizo que Betis y Athletic bajasen las armas. Hasta el final quedaron escaramuzas tímidas de los bilbaínos, que parecían sonrojados por aprovechar la ventaja de Gil Manzano, y arreones de orgullo del ahogado que da las últimas brazadas.

Algo más ocurrió, pero el signo del partido llevaba tiempo decidido. Una mano furtiva del lateral Balenziaga se interpuso entre Rubén Castro y el gol. Y lo contrario ocurrió en el área verdiblanca cuando, esta vez, la defensa del Betis no se interpuso entre las ganas del canterano Guillermo y la alegría del gol. Con el cero a dos se bajó el telón. El Betis apuró el café –ya frío-, recogió sus pertenencias y salió de la oficina resoplando tras un día más de monotonía, conocedor de su futuro, resignado.