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El Betis vuelve a sonreír entre la nieve

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EFE Nono Juanfran Didac Vila BetisSevilla. El Real Betis ha ganado (0-2) al FC Rubin Kazan en la vuelta de los dieciseisavos de final de la Europa League, rompiendo el empate instalado en la eliminatoria. Los goles de Nono y Rubén Castro permiten al equipo de Gabi Calderón avanzar en la competición continental y abren la puerta a un nuevo derbi sevillano.

El césped artificial y la capa de nieve que lo cubre todo, justo hasta las líneas de cal que delimitan el terreno de juego en el Estadio Central de Kazán, no vaticinaban nada bueno para un equipo que ni en el clima sureño de Sevilla parece respirar conforme. El partido de ida en el Benito Villamarín, con una segunda parte esperpéntica, tampoco parecía el mejor escenario del que partir en Rusia.

Sin embargo, el empate a uno en el global y la sensación de tener enfrente un equipo poco carburado, invitaba a pensar en que avanzar ronda en Europa no estaba demasiado lejos. Ni tan siquiera para este Betis raquítico.

Quizás la distancia, contra todo pronóstico, terminó por sentar bien a un equipo inmerso en un constante clima viciado que no deja de evocar una y otra vez al fantasma de la Segunda División. La hipótesis puede apoyarse en lo visto en la primera mitad del choque, en la que el equipo verdiblanco dominó con criterio el balón y la posición. Así acorralaron progresivamente al Rubin en su bastión defensivo, consiguiendo retrasar a su diamante Eremenko hasta el centro del campo. De la línea divisoria hasta la meta de Adán se abría toda una estepa desierta y deshabitada, sin señales de vida.

Los de Calderón, cabe decir, no aprovecharon del todo su posición predominante con ocasiones claras de gol, pero al menos evitaron dar alas a un equipo ruso limitado. De esos a los que el Betis gusta resucitar. Con monotonía corrió el cronómetro hasta el filo del descanso, cuando una buena basculación verdiblanca desordenó las líneas traseras rusas. En la frontal del área local apareció un oasis sobre el que Nono, raudo, se abalanzó. Segundos después, y embriagado por su posición cual Dioniso en un bacanal griego, pidió el esférico y chutó seco sin pensarlo.

La trayectoria del disparo vaticinó que el balón se perdería en la montaña de nieve asentada tras la portería, pero el guardameta culminó su estirada empujándolo dentro de su arco, como el padre que reconduce los pasos de su hijo hacia tierra firme, hacia lo conocido. A Rusia hubo de marchar el equipo de Heliópolis en busca de la suerte después de recorrer España, y allí la encontró.

La segunda parte no hizo sino confirmar las sensaciones del primer acto, con dominio verdiblanco y punto final. La eliminatoria la cerraron Leo Baptistao y Rubén Castro en una jugada de altura culminada por el atacante canario. Castro recogió la asistencia de su compañero pisando ya área y, en un gesto que lo diferencia del nivel medio de la plantilla verdiblanca, elevó el esférico hasta el infinito para salvar la salida del portero.

El cuero bajó súbitamente, en el momento preciso para evitar el choque con el travesaño y botar rebasando la línea de gol. Con un segundo más de ralentización la ocasión habría quedado en nada, pero era la noche del Betis. El 1-3 global dio la clasificación entre la nieve a un equipo que ya espera rival para los octavos de final. Más de cinco mil kilómetros al suroeste ya suenan tambores de guerra, aguarda el gran rival.