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El fútbol y los requisitos para obtener equipos exitosos

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Pep GuardiolaManuel Luis Ruiz Morales.- En este artículo pretendo abordar la cuestión relativa a cómo es altamente necesario que las personas que dirigen a un equipo de fútbol, ya sean clubes o combinados nacionales, deben ser portadoras de unas habilidades directivas a través de las cuales no devengan en un grupo de jugadores, sino en un equipo. Y dentro de esta última categoría, que es menester conseguir en su seno para lograr llegar a la gloria en el balompié.

En primer término, debemos diferenciar entre un grupo, que sería una colectividad o pluralidad de personas que forman un conjunto (en este caso hablamos de que en tal entidad deportiva va cada uno a la suya, es una vergüenza, o incluso es una comparsa); mientras que un equipo es un conjunto de jugadores organizados para supuestamente conseguir objetivos. Así, cuando un equipo gana, vencen todos, pero ninguno individualmente considerado.

No obstante, con cierta organización no basta, sino que para obtener equipos exitosos se requiere abordar una serie de principios, los cuales iremos desmenuzando y ejemplificando.

1.- Compartir un objetivo común. Tener una misma meta, una orientación conjunta clara, es lo que da “unidad” y “dirección” a un equipo, es la base principal de su actuación, lograr «algo» que a todos interesa. Es lo que permite mantener un compromiso común.

Sin objetivo común no hay equipo, sino grupo. Por ello, es aconsejable que el jefe “recuerde” de forma permanente la meta a alcanzar y solicite la colabora­ción de los miembros.

Así, si se estudia cualquier gran equipo que se precie, como el Barcelona de las 6 Copas, la Roja Campeona de Luis o de Del Bosque, o el Brasil del 70, es fácilmente observable el compromiso en torno a ganar todas las competiciones posibles. Objetivo que le interesaba a todos los futbolistas, ya que su prestigio, valor y palmarés aumentarían. Para ello, el jefe (en este particular, el entrenador) recordaba constantemente el fin último a perseguir. Por lo que es necesario un argumento teleológico.

 2.- Sentido de pertenencia. El tener un objetivo común, compartir la misión y mantener una relación periódica donde se efectúe un seguimiento de los objetivos, se resuelvan los problemas y obstáculos que se presentan, se comparte la información, etc., es la base para que las personas «se sientan» partícipes de un equipo.

 Todas las personas deben sentirse partícipes del grupo, tanto los jugadores titulares (los que juegan al inicio del partido) como los suplentes. De ahí que se le dé partidos a los porteros suplentes en la Copa, o aparezcan grandes animadores de los equipos como Reina en la selección. Además, no es extraño que se celebren almuerzos, barbacoas o cenas entre todos los miembros de la plantilla, con esta misión.

3.- Liderazgo. Un buen líder sabe sacar partido óptimo de las personas de que dispone. En todo equipo de trabajo es preciso que alguien asuma la dirección del grupo, marque el camino, obtenga los recursos necesarios, ponga medios y deje hacer, construya relaciones de confianza y compromiso y, por supuesto, esté en lo de todos. Por tanto, el líder de un equipo es esencial, si hay liderazgo hay oportunidades, en caso contrario el equipo no funciona. Además el líder tiene que ser el animador del equipo. Un líder nunca puede reflejar y trans­mitir a sus colaboradores incertidumbre y pesimismo, al contrario, tiene que infundir confianza, para crear el compromiso de todos.

En este sentido, el entrenador actúa como un excelente jefe, sacando el provecho óptimo de todos los recursos de los que dispone, además asume la dirección total de los profesionales, solicitando los jugadores que estima necesarios para seguir creciendo como entidad y construyendo confianza y compromiso entre los pesos pesados del vestuario.

4.- División clara de tareas y funciones o asignación de responsabilidades. Una vez que se tiene clara la meta a lograr, es preciso determinar las tareas que se encomienda a cada miembro del grupo y los plazos en que deben  realizar, clarificando las cuestiones confusas. Todos saben «qué» hay que  hacer «por qué» y para «cuándo» hacerlo.

De esta forma, cada jugador ostenta un rol específico, y cada uno satisface una necesidad del equipo distinta, es decir, cada uno cumple una función. De forma general, el portero evita los goles del rival, el defensa neutralizar los ataques contrarios, el medio campo, los mediocampistas proteger la retaguardia y proveer de balones a los delanteros o atacantes, y los puntas anotar goles para obtener la victoria.

 5.- Tener indicadores de progreso. Si no tenemos un sistema de medida, si carecemos de indicadores y de un mínimo control, no sabremos nunca el valor de nuestros resultados, ni los progresos que como equipo estamos realizando. A tales efectos, es necesario determinar cuantitativamente no sólo el objetivo final a lograr, sino también las fases intermedias que nos permitan seguir la evolución.

Como sistema de medida se encuentra la clasificación y la distancia existente con los adversarios del equipo; de igual modo operaría la superación de eliminatorias en las competiciones que utilizan este tipo de formato.

6.- Máxima Eficiencia/ Adecuada Cohesión. Estos preceptos son básicos para el buen devenir del equipo. La eficiencia del trabajo en equipo viene determinada por el logro o superación de los objetivos previamente establecidos al menor coste posible. La eficiencia de un equipo se encuentra delimitada por el logro de unos resultados superiores a los que se lograrían de forma individual. Por ello, la finalidad de todo conjunto es ser lo más eficiente y obtener los mejores resultados posibles. Aun siendo la eficiencia absolutamente necesaria en un equipo no es sufi­ciente, se requiere también una cohesión que dé unidad y estabilidad en el largo plazo a los miembros de un equipo.

Lo que significa que hay que sacar los encuentros hacia delante sin grandes lesiones que mermen la capacidad de la plantilla, y el entrenador debe saber controlar los conflictos que surjan en el interior del grupo, como por ejemplo: los problemas de la presidencia,  comentarios que pueden desestabilizar al conjunto e influir negativamente en el rendimiento, o malos rollos entre los propios compañeros de vestuario.

 7.- Cooperación e interdependencia. El jefe de equipo (coach) debe potenciar la cooperación frente a la competencia, la interdependencia frente a las posiciones individualistas, debe tratar de que los miembros del mismo «respalden» el proyecto en vez de formar oposición y ponerles obstáculos. La responsabilidad, la lealtad y el orgullo de equipo, así como la organiza­ción, están en relación directa con la aceptación, la cooperación y la comparti­ción de valores por los que un grupo se rige. Otro aspecto relevante a tener en cuenta sería la complementariedad, esto es, cada miembro domina una parcela determinada del proyecto.

 Esto es claramente visible en todos los deportes de equipo, ya que cuanto mayor sea el número de jugadores que requiere el mismo, menor será la influencia de un individuo únicamente considerado, por lo que si se quiere ganar hay que cooperar y depender de los demás. Sólo hay que observar las complejidades que sufren los equipos cuando se les expulsa un jugador, por lo que incluso los individualistas sabrán que necesitan de los demás.

 8.- Comunicación y relación fluida. El proceso del trabajo en equipo es complejo y pasa en ocasiones por momentos de crisis y estancamiento. Por eso, es bueno y necesario poner de manifiesto los posibles desacuerdos, discutir abiertamente las divergencias exis­tentes, abrir vías de comunicación y fomentar la interrelación.

Es habitual en los equipos ver corros de jugadores en los entrenamientos en los que el jefe o “director  técnico” (como dicen los argentinos) dirige una charla a los jugadores, mientras que los distintos componentes escuchan activamente y manifiestan sus posturas sin miedo a que se le haga ningún reproche.

9.- Compartir información y valores. La esencia de todo equipo es compartir un espíritu ganador, así como infor­mación, conocimientos, experiencias, valores, opiniones, vivencias, éxitos y fra­casos, con el fin de lograr un objetivo común.

 Un claro paradigma es el FC Barcelona al reconocer que son “Más que un club”. Por otro lado, insertan los valores desde que el jugador se está haciendo y está creciendo en la Escuela Futbolística “La Masía”, a su vez, en ella, implantan la filosofía de juego, esto es, la forma de entender este deporte del club, siendo las disposiciones tácticas semejantes entre el fútbol base y el fútbol profesional, para facilitar la adaptación de los jugadores que al llegar al primer equipo ya comparten todas las nociones. O el Real Madrid, que se identifica recurrentemente con el “Espíritu Juanito”.

10.- Propiciar la participación. El grupo se interrelaciona participando en el análisis de los problemas y en la toma de decisiones. El equipo «vive» el proceso del objetivo que quiere lograr si participa en el mismo. Además, en relación con los aspectos más generales del tema, las decisiones deben tomarse por consenso. Se deberá tratar de crear mejor clima entre los mismos favoreciendo la ayuda mutua cuando sea  necesaria y haciendo respetar las aportaciones que realice cada uno, intentando que se escuchen y comprendan las posiciones de cada sujeto.

Es lógico que en una escuadra para obtener la victoria en cada partido se utilice la constante participación de los miembros del conjunto. Para ello, cada uno aporta sus habilidades con el esférico hasta hallar la flaqueza de la línea defensiva rival, por lo que todos los jugadores requieren de la ayuda mutua de los otros (como por ejemplo, para apoyarse y tirar un desmarque).

11.- Recordar el objetivo y motivar. Los miembros del equipo «tienden» a olvidar el objetivo por efecto de la acción. Con frecuencia se pone tanta pasión en el ejercicio de la actividad que se «olvidan» los objetivos. Por eso es necesario que el jefe «recuerde» y mantenga vivo el fin común que une a todos. También, se debe “engrasar” la máquina, motivar, estimular y apoyar a los miembros del equipo, de forma individual o colectiva, cuando lo necesiten. Es necesario elogiar y felicitar cuando los miembros lo merecen, así  como ilusionar y animar cuando surgen dificultades.

Los grandes entrenadores están pensando siempre en el objetivo final, que es ganar títulos, aunque para ello se tengan que cumplir objetivos estratégicos menores, específicos y más a corto plazo. La motivación es de vital importancia para evitar la relajación y seguir ganando, ya que es frecuente que los futbolistas se cansen de ganar.

12.- Resolver obstáculos y atraer a los descarriados. Es normal y natural que, como en todo colectivo humano, en la vida de todo equipo surjan periódicamente conflictos, problemas y obstáculos que deben ser resueltos. Igualmente es normal y natural que en todo colectivo haya disidentes, descarriados, personas que no están conformes con la misión o con la estrategia o  procedimiento por el que se va a lograr los objetivos, tampoco podemos pensar en la unanimidad permanente, en que todos estamos de acuerdo siempre, porque sería un mal indicio. Entonces es al líder a quien corresponde, con la colaboración y participación de los miembros del equipo, unificar intereses, potenciar y reforzar la cohesión.

Para esto se le retribuye a un entrenador. Su labor es resolver los problemas que surjan durante un partido que se complique, y que sepa gestionar toda la plantilla (lesiones, suspensiones, etc.). Huelga decir que también cumple la función de atraer a los descarriados, caso de Guardiola en su primera temporada con Samuel Eto´o Fils.

13.- Medir y motivar el progreso. Durante el proceso del trabajo en equipo es necesario, periódicamente, com­parar las previsiones establecidas con los resultados que se vayan obteniendo, sacando las oportunas conclusiones, introduciendo medidas correctoras y adquiriendo experiencia para mejorar los resultados.

Un claro ejemplo de ello, es modificar el sistema de juego, utilizando un planteamiento estratégico diverso a lo largo de la temporada o campeonato.

14.- Celebrar los éxitos/ Aprender de los fracasos. Si se ha logrado el objetivo establecido, lo procedente es celebrar y com­partir el éxito. En un equipo todos ganan o todos pierden, hay que evitar los personalis­mos en las victorias y el que se diluyan las responsabilidades en las equivocaciones. Tanto en los éxitos como en los fracasos se deben compartir los resultados y, si se logran triunfos, se deberán repartir entre todos los miem­bros del equipo y hacer sentir que la victoria es de todos. También es importante aprender de los fracasos. Es muy recomendable, como equipo, realizar una autocrítica cons­tructiva, estar dispuestos a admitir que nos hemos equivocado, que algo podía­mos haberlo hecho mejor. Un intercambio de opiniones abierto y sincero es lo más valioso que un equipo puede hacer una vez terminado un trabajo, siempre y cuando los miembros consideren van a ser bien recibidos y las autocríticas no van a ser utilizadas en su contra.

De ahí que no sea extraño observar como ciertos entrenadores adquieren un papel secundario una vez alcanzadas las grandes conquistas. Y que se sientan en el deber de conseguir en un futuro aquello que no lograron.

 

Manuel Luis Ruiz Morales. Ldo. en Derecho, Gdo. en Administración y Dirección de Empresas, Ddo. en Ciencias Empresariales y Máster en Sistema Penal, Criminalidad y Políticas de Seguridad.  11/Junio/2014.

Bibliografía empleada: Urcola Tellería, J.L. (2010). “Dirigir personas: fondos y formas”  Esic. Editorial. Madrid.