Inicio 1ª División El Barça, un central y la música que los rodea

El Barça, un central y la música que los rodea

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n_f_c_barcelona_dmytro_chygrynskiy-3163921Manuel Arenas Sánchez.- En el eje de la defensa del F.C.Barcelona se vislumbra, una temporada más, un gran agujero difícil de tapar con un central que convenza -y nos creamos que convenza- a cuerpo técnico y afición. Hace ya años que la necesidad es patente, pero todavía a estas alturas la directiva azulgrana ha sido incapaz de encontrar, ni en mercado ni en cantera, un bajo de la talla de la orquesta de Luís Enrique.

Los fichajes de centrales en Can Barça durante los últimos cinco años han brillado por su ausencia. El último fue el del bueno de Chyrgrynskiy, petición especial del por entonces director de orquesta Pep Guardiola, que tras fracasar con estrépito pagó el pato con su salida del club. Desde entonces, la defensa ha subsistido con los chavales del filial más Puyol, Piqué, y un Mascherano reconvertido.

Pero la cosa se ha puesto chunga. El tiburón, quién llevaba permanentemente la voz cantante de la zaga culé, ha pasado de marcar el tempo sobre el césped a hacerlo desde las oficinas. Por su parte Piqué, tal y como ha reconocido recientemente, ya no es aquél refinado pianista que en defensa se imponía con liderazgo y de forma resolutiva y en ataque lograba que la sonata avanzara con decisión y visión de juego, sino que ha pasado a desafinar de manera demasiado repetida para lo que le es exigible. Las horas bajas de éste y la insuficiente confianza en el versátil Mascherano han hecho que a Lucho no le encajaran del todo las notas en la partitura, situación que ha desembocado, inexorablemente, en el fichaje de un nuevo barítono: Mathieu. Si bien no es el bajo que al principio del artículo se requería, el francés llega con la etiqueta de polivalente y parece que la dupla Zubizarreta-Luís Enrique le avala. Eso sí. Claro está que el público esperaba algo mejor, y todavía tiene la esperanza de que llegue la estrella que relegue al nuevo a un segundo plano para los conciertos de la próxima campaña.

Porque lo que el aficionado culé anhela es aplaudir. Aplaudir mucho al final de las actuaciones, orgulloso de lo que ha visto. Y para eso, con todos mis respetos hacia Mathieu, no necesita mediocridad, sino ilusión. Y esa ilusión, a mi juicio, puede darse por dos factores: o bien por el fichaje de un adalid de consabida calidad que pudiera incluso hacerse valer como solista, o bien por el hallazgo de una promesa que consiguiera que las cabezas culés valorasen a los –presuntos- cazatalentos de su equipo, que hasta hoy tanto parecen envidiar a los del máximo rival por el descubrimiento del delicado –y barato para lo que ha terminado siendo- violinista Varane. Únicamente de esas dos formas, teniendo en cuenta la actual situación, podría el culé de bien dejar de pensar en toda la lista de grandes intérpretes –David Luiz, Marquinhos, Thiago Silva, y parece que también Hummels- que migraron a orquestas de inferior nivel a la azulgrana, posiblemente cegados por monedas en vez de por potenciales títulos.

Y es que olvidar al fenomenal Puyi no va a ser tarea fácil. Pero si se consiguiera, de buen seguro que el ataque culé se inflaría de tranquilidad y podría jugar piano piano, cosa que tantos títulos les ha dado, pues sabrían que atrás no existiría ninguna cuerda a punto de romperse y que el sustento de la defensa sería el fundamento para el mejor ataque.

Habrá que esperar hasta el 31 de agosto para ver si la directiva culé se mueve y no va in crescendo la necesidad de un central de garantías, no vaya a ser que una temporada de estas se escuche al Camp Nou cantar a su ansiado central aquella famosa –y levemente modificada- letra de «La raíz» de «si te encuentro gritaré a viva voz que prefiero verte que…ganar la liga».