Seis años más tarde, la provincia de Jaén volvió a disfrutar de su partido más grande. En lo deportivo, el Real Jaén se llevó los tres puntos y regaló a sus seguidores una noche mágica. La sensación para los linarenses, acostumbrados a sufrir, es que la permanencia es un objetivo posible pero complejo.
Pero más allá de tácticas, estrategias y planteamientos, el derbi fue una fiesta esperada por dos aficiones, huérfanas de su eterno rival en las últimas temporadas. Los presidentes, sus juntas directivas, los entrenadores, los jugadores y la inmensa mayoría de sus peñas abogaron por la concordia, por fomentar una rivalidad sana en el campo y buenas relaciones fuera de él.
Ambos seguidores dieron color a un derbi entre blancos y azulillos que se ha echado mucho en falta. Resultado aparte, se vivieron muchos momentos de hermandad a lo largo de la semana, como en el derbi adelantado de Palabra de Fútbol, y en el propio desarrollo del choque.
Instantes que brillan sobre sucesos aislados pero denunciables como los energúmenos de unos y otros que faltaron el respeto al resto del estadio durante el minuto de silencio en memoria a los policías fallecidos en Kabul y al presidente del Real Murcia, Jesús Samper. Al igual que la pintada ofensiva realizada por radicales del Real Jaén en el sector donde se ubicaron los aficionados linarenses. Hechos que no representan la fiesta del fútbol que abanderaron ambos equipos dando una lección de señorío en el derbi.
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