Luis Suárez es una garantía para el FC. Barcelona. Un jugador que, valorado por sus números, está en las cúspide. Tiene esa visión del fútbol que le hace complemento directo de jugadores con exactitud milimétrica en la asistencia, como Messi o Iniesta. Es dueño de una habilidad natural en la ocupación de espacios dentro del área. Posee la eficacia necesaria para hacer que cada pase recibido o cada movimiento de producción propia cerca de porteria sea, casi siempre, anuncio de gol.
Lo tiene todo. La osadía, la calidad, el compromiso y la humildad de saber que estaba detrás de Neymar y, sobre todo, detrás de Messi. Jamás, marcando decenas de goles, ha chirriado por ahí. Conoce su papel y no se salta ni una línea. Eso habla bien de él y de su equilibrio. No sufre el vértigo ni la erosión de la envidia. Virtud.
A Luis Suárez lo que le hace falta para ser más reconocido que temido, es trabajar sus incontinencias. Ahora, en plenitud, sus virtudes brillan sobre sus “defectos”. Dentro de unos años, si los goles dejan de crecer o no llegan puede crecer, por impotencia, el Luis Suárez que menos gusta. Sería una pena que Suárez acabara devorando a Suárez. La felicidad del futbolista es lo que vive y gana en el campo. La gloria es lo que queda cuando te vas. Cómo te recuerdan. Luis Suárez merece ser recordado como un gran goleador salvo que él se empeñe en otra cosa. Es la lucha de Suárez contra Suárez. Ojalá gane el mejor.
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