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Solari es Solari

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Eduardo Grenier.- Cuba. Piensas que todo está acabado. Bendita inocencia. Puedes estar toda una vida viendo fútbol y ser engañado toda una vida. Hoy te hundes pensando en un callejón sin salida; mañana amaneces invadido por la ilusión de una quimera que se cumple. Tu equipo, ese barco a la deriva que tropezaba con todo y comenzaba a hundirse, ha decidido navegar de forma elegante y amenaza con llegar primero al puerto.

El fútbol es así. O si no, bastaría preguntarles a los aficionados del Real Madrid, quienes aun acostumbrados a este tipo de situaciones, apenas conciben por estos días el golpe de timón pegado por Santiago Solari nada más sentarse por vez primera en el banquillo del Bernabéu. Sorprende que ya pocos mencionen a Lopetegui, ese personaje golpeado por el infortunio que tendrá por siempre al año 2018 martilleándole en su memoria.

Las cenizas dejadas por un incendio extendido durante meses bajo el mandato de Julen van siendo apagadas de a poco por ese bombero eficaz que ha convertido su prosa en colectivismo; su actitud dúctil en confianza. Solari ha devuelto al Madrid aquel carácter que le lleva a ganar partidos cuando le falta brillantez. Recuerda, por momentos, a aquel fútbol embarrado por el barro en el cual los jugadores salían con un desparpajo tal a la cancha que los hacía doblemente peligrosos.

Solari no es Valdano, aquel literato que impregnó con su lirismo la poesía que representa en sí misma la pelota. Tampoco Bielsa, ese loco cuerdo cuyo fútbol atractivo llega respaldado por un estudio maniático de las situaciones tácticas y sicológicas. De Simeone, otro argentino ilustre desde el banquillo, representa la antítesis, tan dispar en su concepción del juego como distinto es el Real Madrid del Atlético. Solari es Solari. Y punto.

Llevarse cuatro triunfos en cuatro salidas constituye un crédito incuestionable. Sin embargo –también por cosas del fútbol- mañana mismo puede cambiar su suerte. Nada es seguro. A nivel de sensaciones, aquel que fuese periodista de pluma fina, capaz de ilustrar con admirable originalidad cada entresijo de la actualidad futbolera en El País, parece un hombre capacitado para lidiar con cualquier tipo de situaciones.

Desde el momento inicial se echó a la afición merengue en su bolsillo. Primer partido y primer golpe de efecto. Cuando las ideas escasean, jugar con “dos cojones” puede resultar la panacea que salve los resultados. Jugar con “dos cojones”, en la mayoría de los casos, te garantiza el perdón de la gente, pase lo que pase. Solari conoce al dedillo la grada del Santiago Bernabéu. Vivió allí, brilló sobre el césped, fue compañero de Zidane y de Roberto Carlos, se codeó con los mejores.

Con tantas vivencias, con la filosofía del club aprehendida con los años y como baza para enfrentar el difícil reto que tiene ante sí, el argentino intentará hacer de la inexperiencia como entrenador de élite un aspecto baladí, quizá un mérito adicional si en definitiva consigue su propósito. La sombra de Zizou lo merodea constantemente. Pero él, sereno como siempre, sonrisa mediante, continuará trabajando con ideas propias en beneficio del Madrid. Porque Solari es Solari, sin matices adicionales, sin comparaciones absurdas. No se parece a nadie más que a él mismo.