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Fernando y Sergy Jiménez, fútbol doméstico: El fútbol del corazón

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Fernando y Sergy Jiménez fútbol y cosas de casa (Foto A. Rosillo)

Fernando Jiménez y Sergio Jiménez (Torreperogil 1960 y 1990). Fernando es el presidente del C.D. Torreperogil y Sergio uno de los jugadores más destacados del equipo torreño. Sus vidas están marcadas, además de por la relación padre/hijo, por la pasión que ambos sienten por el fútbol.

El C.D.Torrerogil  ha iniciado su tercera temporada consecutiva en Tercera División de la mano de Torres como entrenador y bajo la presidencia de Fernando Jiménez: “Hace diez años tuve que coger el club porque había muchas dificultades  y siempre se sufría para cerrar económicamente las temporadas. Desde entonces hemos ido creciendo y alcanzando metas. Estar en Tercera es un logro importantísimo para nosotros, sobre todo si miramos hacia atrás. A mí me gusta mucho el fútbol y pese al esfuerzo soy feliz estando aquí”.

Fernando trabaja fuera de Torreperogil. Recorre España por motivos laborales pero, no importa la distancia, los viernes suele estar en el último entrenamiento. Viaja con el equipo y los domingos, a las cuatro de la mañana, carretera y kilómetros “rumiando” lo bueno o lo malo de un resultado.

El presidente habla mientras Sergy, su hijo, escucha la conversación  con el “jefe” si entrar en ella. Sergy tiene 30 años. Es uno de los talentos más reconocidos en toda la provincia de Jaén. Creció pegado a un balón. Inició su periplo en prebejamines jugando en Linares. Ha pasado por clubes como Santa Ana de Linares, Linares, Rus, Villanueva, Begijar, Real Jaén, Villacarrillo y claro, Torreperogil. Muchos de sus compañeros de entonces han tocado el cielo del fútbol profesional. Él tenía todo para haber hecho lo mismo. Luis Rascón, aficionado y profundo conocedor del fútbol provincial, nos ha dicho de él: “Podía haber hecho en el fútbol lo que hubiera querido. Lo he visto jugar muchas veces. Tiene calidad y, lo más importante, mucha garra, mucho corazón”.

Sergy y Fernando (A.R.)

Cuando su padre terminó de explicar cómo llegó al club y lo que significa para él, miré a Sergy invitándolo a incorporarse a la charla. Se movió en la silla y para iniciar la conversación dejó caer una idea ante la que su padre movió la cabeza en señal de negación y desagrado: “Estoy pensando en dejarlo. Ya es hora. Han sido muchos años y tengo una familia a la que atender. Le estoy  dando vueltas a eso”. Fernando Jiménez terció para resolver la duda que se acababa de plantear: “Éste año sigue. Eso está claro. Comprendo que esté cansado porque lleva desde niño pero ahora tiene que seguir. Ese tema está cerrado”.

La conversación fluye entre ambos y queda claro que tienen una complicidad sobreentendida. Mientras Sergy relata los detalles de sus jornadas laborales y deportivas el padre asiente y se le nota una indisimulada satisfacción cuando su hijo narra algunos de los momentos más emotivos con la camiseta del equipo de su pueblo: “Vivo sin parar ni un momento. Acabo de trabajar a las seis y media de la tarde y, muchas veces sin pasar por casa, me incorporo a los entrenamientos. Llevo así toda mi vida. Luego hay compensaciones que, junto a lo que me gusta el fútbol, te hacen dar todo por bueno pero todo se acaba alguna vez”.

Escuchando a Sergy se entiende que la cabeza, el tiempo y la razón van por un lado y su corazón va por otro. Al contar algunos episodios de su vida deportiva, casi se levanta de la silla y hace cómo si fuera a rematar un balón. Lo revive: “En una ocasión viajé hasta Motril solo en mi coche. Salí después de trabajar. Llegué con el segundo tiempo empezado. Me vestí de futbolista, salté al campo y marqué el gol del empate. Una locura. Otro día, jugando en casa, le pedí al entrenador que me sacara. Quedaban muy pocos minutos. Estaba seguro de que iba a marcar. Casi le supliqué. Salí, le pegué con el alma y gol. Ganamos”. Ver cómo lo cuenta te pone en situación. Recordé cuando Rodri, jugador del SevillaFC, casi en el descuento le pidió a Álvarez, entrenador del conjunto de Nervión, que lo sacara porque iba a marcar. Era un partido contra el Almería. Salió y marcó un golazo que metió al Sevi llaFC en Champions dejando fuera al RCD Mallorca de Gregorio Manzano. Historias paralelas.

(A.R.)

Sergy lo vive mientras repasa cada momento y su padre lo mira orgulloso. Les pregunto a los dos cómo se lleva lo de ir en el mismo barco y tener los lazos que tienen. Quise saber si esa ligazón familiar les trasmite alguna presión interior o exterior. Para Fernando no hay problema en eso: “No entro nunca en temas deportivos salvo en los de mi competencia o si el entrenador me pide algo muy concreto. No siento presión porque en ese tema no tengo nada que decir. Que esté o juegue es cosa del entrenador y, además, en lo económico está lo que se le dice. Él no vive del futbol”.

Sergy tiene la vista baja, asiente a todo lo que dice el Presidente y apostilla: “Conmigo no tienen problema. Cobro lo que tengo que cobrar y lo que me pueden pagar. Eso para mí es secundario y puedes estar seguro de que, si yo tuviera que jugar porque mi padre es el Presidente, ya me habría ido. Yo no valgo para eso. Si estoy, si sigo es porque creo que soy útil al equipo y porque el entrenador me quiere”.

El fútbol es un micromundo, un hábitat especial para seres que entienden la vida al ritmo de las vueltas que da un balón. No están locos. Cada uno cree en lo que le parece. La vida nos demuestra que nadie es más que nadie. El trabajo y la pasión que padre e hijo ponen al fútbol, marca el día a día de ésta familia. Fernando habla poco de fútbol con Sergi, quizás para no cruzar esa línea que sostiene el equilibrio. Si hablan es del F.C. Barcelona, equipo del que se confiesan seguidores. En casa la que más opina, la que más exige y la que hace tertulia con Sergy es Adela, madre del jugador y esposa del presidente. Entiende de futbol y, además de llevar en la sangre al equipo de su pueblo, es del Real Madrid. El fútbol lo empareja todo, humaniza y hacen vivibles las diferencias. La saga futbolística está asegurada. Los hijos de Sergy apuntan maneras, no podía ser de otra forma. Herencia y ambiente obligan.