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Diego nunca salió de Fiorito

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De barro hasta los ojos pero: "La pelota no se mancha"

Hoy debía ser el día del silencio pero es el de las grandes palabras y cada palabra que cae sobre su memoria, pone un peldaño nuevo hacia la inmortalidad. Maradona fue, más allá del fútbol, la esperanza de mucha gente. Nació líder y como el oro ha sido siempre un valor seguro. 

Lejos del blindaje mediático, fuera del círculo pretoriano que le ha rodeado siempre, emergía un ser delicado, sensible, solo y vulnerable. Su imagen y el guion de Maradona le imponían el papel de Superhéroe pero Diego, nunca salió de Fiorito

Ha parado los relojes. Se han roto todos los guiones. Lo hizo mientras vivió y al despedirse lo ha vuelto a hacer. Conmoción. Le vi suspender la vida del balón al contacto con su bota. Lo anestesiaba. Le vi inventar una pelota con cualquier cosa que rozará su pie. Conocí a un líder, dentro y fuera del campo. Su jerarquía era natural y se la reconocían todos los vestuarios. Ganaba el respeto con la defensa irrenunciable de los suyos y los suyos sabían que nunca se iba a cambiar de bando.

Maradona no era una persona, fue un acontecimiento. Un paréntesis en el relato de la vida de quienes se cruzaban con él. No sé si ha sido el mejor de todos los tiempos. Estoy seguro de que nadie agitó el alma del fútbol como él. Era verdad todo lo que hacía y eso le costó muy caro. Invencible con el balón y, como Aquiles, vulnerable por un solo lugar. Por ahí se le escapó la vida. Se ha ido la persona. El futbolista no se va a morir nunca. Su obra crecerá con el tiempo. Por eso ahora me asoma una sonrisa. Maradona estará en sus goles, en sus regates, en sus gestos humanos y en la ingenuidad del hombre que alguna vez se sintió Dios…y quizás lo fue. Quién sabe. Hasta la vista Diego.