Inicio Opinión Antonio Oliver El entrenador, el pito y el tambor

El entrenador, el pito y el tambor

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Las competiciones modestas, el fútbol de pueblo tiene las mismas reglas y funciona básicamente con el mismo motor y el mismo combustible que el gran fútbol, el gol. En la base como en la altura se gana marcando goles. Hasta ahí todos estamos de acuerdo.

Luego vienen las formas de jugar y de ganar pero en eso ya hay otros elementos de calidad y confort. Esta reflexión nos conduce a la figura del entrenador.

Los entrenadores de clubes modestos o muy modestos dirigen equipos de fútbol pero las circunstancias cambian.
Un entrenador de pueblo recibe las mismas presiones, las mismas críticas y tiene, a escala, las mismas exigencias cuando el balón rueda. El espectador, el critico y los dirigentes pasan de un Inter-Barça a un, es un ejemplo, Begijar-Iliturgi y llevan los mismos presupuestos anímicos para desentrañar el hecho futbolístico, es mimético.

Más tarde, en frío, se usan los matices de precariedad y categoría pero sobre la marcha se piden el «pase al hueco» (?), se echa en falta el desplazamiento largo, se censuran, hasta con burla, los controles imprecisos, se critica la efectividad ante puerta y, claro, se usa aquello de «no le echan cojones». Todo esto se repite, domingo a domingo, como un mantra, como los «misterios» de un rosario de toda la vida.

El entrenador de estos equipos es, como los grandes entrenadores, un hombre solo pero a diferencia de los técnicos de élite vive con todos y escucha a todos, a los que quiere escuchar y a los que se hacen escuchar aunque no tenga ni ganas ni necesidad de hacerlo. Tiene que lidiar con plantillas voluntariosas que por un mínimo «jornal» o por amor al arte acuden a entrenar dos o tres veces por semana.

Unas plantillas son comprometidas y otras anárquicas. Con las primeras se rema y se pelean las dificultades con las otras se pelea el vestuario y luego si quedan fuerzas se trata de ganar al contrario.

Ahora viene una estación laboral que provoca la imposibilidad de entrenar regularmente y con todos. El mal tiempo, el absentismo derivado de múltiples causas y la condición de aficionados hace que los entrenamientos sean algunas veces un conjunto formado por cuatro jugadores, el entrenador, el encargado del equipo, dos aficionados que suelen pasarse siempre, un puñado de balones y doce conos.

Unas cosas han evolucionado a mejor, otras siguen ahí desde siempre y otras se han deteriorado. Esto ha sido así toda la vida y toda la vida se ha cargado sobre el técnico la urgencia, la exigencia y la crítica que se le pide y se le hace quienes entrenan en las alturas olvidando, que un entrenador en el fútbol modesto trabaja con un pito un tambor.