Inicio Opinión Antonio Oliver Cortijos Nuevos o el fútbol como motor de convivencia

Cortijos Nuevos o el fútbol como motor de convivencia

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La Sierra de Segura tiene un valor ligado a su naturaleza y otro a sus paisajes humanos, juntos la convierten en un espacio de valor incalculable. El deporte, el fútbol, es una herramienta que desde siempre ha servido para abrir caminos. Esto lo tenía claro pero hace una semana volví a comprobarlo sobre el terreno. La Sierra de Segura se vertebra a base de “corredores” que se abren para facilitar las competiciones, la mezcla, la suma y la comunicación entre lugares y personas.

La parada fue en Cortijos Nuevos, en el “Nuevo Montizón”. Sábado por la tarde. Fernando Galiano, uno de los jugadores históricos del fútbol de la provincia de Jaén, iba a ser mi “Cicerone” y eso ya era garantía de conocer todos los detalles del fútbol local por dentro. Fernando es Vicepresidente en una Directiva que preside Alfonso Jurado.

Emilio J. Alejo Moya con los capitanes de ambos equipos

A Galiano le avalan años de banquillo, miles y miles horas de ocupación y preocupación por el fútbol de esa tierra. Ahora trabaja, sin horas, para mantener la estructura del Sierra Segura CF Cortijos Nuevos. Fernando tiene un aliado fundamental, además de una directiva cohesionada y competente, en el responsable técnico del equipo.

Alejandro Arce es el complemento perfecto. Un técnico que mezcla el conocimiento de la materia con la empatía y los fundamentos pedagógicos necesarios para implicar y crear el compromiso necesario para el éxito. Su trabajo en el campo es la explicación de que este equipo respire fútbol desde la base a la altura. Los prebenjamines y los senior, pasando por los escalones intermedios con niños y niñas, reciben un mensaje que cala en los que juegan y alcanza a las familias: Fútbol total.

A la entrada del campo me recibió Ramón, con un taco de papeletas en la mano. Se sorteaba un jamón. Creo que eran siete papeletas por cinco euros. El sorteo en el descanso. Guardé las papeletas. Hacía mucho frío. Eran ya las seis de la tarde. Arriba los montes estaban soplando bocanadas de aire helado. A la derecha estaba el bar y allí me fui buscando refugio. Galiano estaba, entre padres, madres y críos, pendiente de todo. Hablaba con una madre que venía de Santiago de la Espada, más de una hora de viaje para venir y otro tanto para volver, de que en Santiago no había más niñas que pudieran venir acompañando a Adriana, su hija. Mientras hablaban, Fernando le ponía unos documentos a Adriana para que firmara. La cría estaba impaciente por pasar los trámites y que la dejaran ir a lo suyo.

Arce, siempre cerca

Mientras esperábamos el comienzo del partido de benjamines entre el equipo local y Beas de Segura, estuve hablando con José Ignacio Carriquí, padre de dos crías que juegan en el equipo y uno de los deportistas que mejor conocen los montes de Segura. Él me explicó también los procesos y el papel de los directivos, de los padres y de los críos en este milagro de la pelota serrana. Gracias al café que preparó Paco, el encargado del bar, aguantamos un poco mejor la espera.

La megafonía puso en alerta a los espectadores llegados de toda la comarca, el partido iba a empezar y por la boca de vestuarios el colegiado, Emilio José Alejo Moya, dio orden de saltar al terreno de juego. Se guardó un minuto de silencio y comenzó el partido. El colegiado ejerció de árbitro y de instructor. Buen trabajo. Más allá de las habilidades de niños y niñas hay cosas que gratifican. Dos equipos formados por benjamines y prebenjamines, se movían en el campo obedeciendo a unos criterios que dejaron ver un buen trabajo de los entrenadores. No es lo que vimos en ese momento, es más lo que prometen.

El público, sé que tuve suerte porque en algunos campos se escuchan barbaridades, fue correcto, animó, aplaudió y parecía entender que el hecho en sí mismo era lo importante. Acabó el partido y Arce se quedó “estirando” con sus niños y niñas, repasando el partido y “en caliente” aplicando correcciones. Los vestuarios parecían una colmena. Salían decenas de ojos brillantes pero sobre todo rostros satisfechos por haber estado allí. 

Luego, porque no solo en Rugby se juega el tercer tiempo, en Los Los Pinos, con Fernando y José Ignacio, repasamos la vida, el fútbol y los proyectos. Pasó Alejandro, el entrenador, que tenía partido al día siguiente, pasaron padres, jugadores, amigos. Sin duda allí cerramos de la mejor forma el círculo por ese día.

No recuerdo el resultado del partido, lo que sé es del campo todos salimos ganando.