El estudio de Localia en la Gran Vía de Madrid fue el escenario. Aquella tarde venía al plató de Palabra de Fútbol, Pepe Domingo Castaño. Eso era, a la vez, una responsabilidad y una buena noticia para mí. Pepe era sencillo y cercano con las personas con las que se sentía cómodo, creo que conmigo estaba cómodo, pero era una «catedral» de la radio y ante eso hay que saber estar, no para llegar a su altura por supuesto, para no molestar mucho y dejar que fluyera. Con eso estaba garantizado el éxito de la entrevista.
A las cinco y media de la tarde llegó desplegando ese brillo que, pese a que no lo pretendiera, irradiaba un intensísimo, natural y amable haz de luz que hacía todo más fácil, más relajado y más cálido.
Fue sencillo seguirle mientras construía el relato. Explicó los secretos de «su» radio con palabras precisas y con ejemplos pedagógicos que trasladaban al espectador esa idea. Sobre ella crecían todos los «inventos» que llevaba a cabo en el escenario desde el que nos hacía llegar, de los oídos a los ojos y al corazón, todo lo imaginado a partir de una marca comercial que humanizaba, logrando que fuera nuestra marca y que el lunes llegáramos cantando al trabajo aquel estribillo que había creado para todos haciendo de algo normal, una cosa extraordinaria.
Nos despedimos. Le di las gracias por estar y dijo: «Gracias a ti y a toda la buena gente de Jaén».

Ha pasado menos de un año desde que Pepe Domingo Castaño visitara Jaén para recibir un premio como reconocimiento a su carrera y a sus prodigios radiofónicos. Otra vez sentí que nos distinguía a Jaén y a mi.
La noticia de su muerte nos dejó primero un desconcierto y luego un vacío, por irreparable, durísimo. Pepe era la expresión más pura de la radio auténtica: libre, limpio, sensible, leal, fuerte y generoso.
Siempre estaré en deuda con la persona, por el cariño con el que me trató, y deslumbrado y agradecido con el profesional por las enseñanzas.
Los V Premios Nacionales Palabra de Fútbol estarán dedicados y serán un homenaje a su figura. Pepe Domingo Castaño se ha ido de presencia pero jamás se irá de voz ni de pensamiento.