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Punto valioso de una España que no supo matar

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No pudo ser. La selección española mostró dos caras en su partido de clasificación para el Mundial de Rusia 2018 en Turín. La  positiva, que se extendió hasta el gol, fue sideral. Un juego que recordó a la mejor etapa de Luis Aragonés, y que embotelló a Italia en su área durante más de una hora. Sin embargo, tras el gol, el equipo se replegó y aparecieron viejos fantasmas. Incluso pudo perder el partido la selección de Lopetegui.

Hacía mucho tiempo que España no desplegaba un fútbol tan bonito ante un rival de entidad. Hay que irse cuatro años atrás, precisamente contra Italia, en la final de la Eurocopa de 2012, para recordar a la España que hoy se ha visto sobre el césped del Juventus Stadium. La primera hora del partido ha sido un espectáculo al que solo le faltó el premio del gol.

Iniesta y Silva tenían la liviandad y la belleza de dos bailarinas del Ballet Bolshoi, y construían y repartían juego con una facilidad inusitada. Una presión adelantada, que unida a la forzosa salida de balón desde atrás de esta nueva Italia, permitía recuperar arriba y generar buen juego. La gran defensa de la selección transalpina, que es un equipo realmente serio, de lo mejor de Europa, evitó que la selección de Lopetegui se adelantase.

La única mala noticia de la primera contienda fue la lesión de Jordi Alba. En su lugar entró Nacho, que cuajó un gran partido. Parece que puede ser la temporada de consolidación del canterano blanco como un zaguero muy a tener en cuenta en el panorama nacional y europeo. Las más claras fueron de Iniesta, en el minuto 11, y de Gerard Piqué, que mandó un cabezazo a las manos del guardameta azzurri en el ecuador de la primera mitad. Italia no generó nada de peligro. Pellé, un tanto desquiciado, y el maratoniano Eder corrían kilómetros sin premio, pues España sacaba muy bien la pelota desde atrás, con bastante criterio. Recuperar la esencia de la selección campeona del Mundo en Sudáfrica es, sin duda, el gran logro ya detectable en estos primeros partidos de la era Lopetegui.

La segunda mitad empezó igual, pero acabó de muy distinta manera. Decía el mito Gianluigi Buffon que no recordaba mucho del partido que enfrentó a su selección contra la española en la pasada Eurocopa, pese a vencer 2-0. Es seguro que este partido sí que no se le borrara de su memoria. Un tremendo fallo suyo -como no se recuerda en su carrera- dejo a Vitolo a puerta vacía para que solo tuviese que empujar el balón. Era el 0-1. Nadie esperaba una cantada así del reputadísimo capitán.

El tanto visitante fue el punto de inflexión del partido. Ventura sacó a Inmobile, que generó peligro con su velocidad, e Italia empezó a volcar el campo. Antes de la avalancha local, Vitolo pudo sentenciar el encuentro, pero no atinó en la definición. España olió la sangre, pero no supo asesinar a su adversario. Y, como en un western de Sergio Leone, lo acabó pagando.

Y es que, si algo nos ha enseñado la Historia, es que a Italia no se le puede perdonar. España sufría, e Inmobile marraba el empata en el 67. No obstante, la igualada llegaría a diez minutos del final. Un penalty discutible de Ramos sobre un expeditivo y pillo Eder -la picaresca también se usa fuera de las fronteras españolas- fue transformado por De Rossi en el 1-1.

Por tanto, España se va del país transalpino con un punto valioso, pero con la sensación de no haber sabido acabar con una selección que, pasarán los siglos, y seguirá remontando y sacando adelante los resultados con su fuerza y su pundonor. Aún así, de esta nueva España -no confundir con el periódico asturiano que tanto aprecia el Pichu Cuellar- se sacan conclusiones muy positivas. Ya que, varios años después, la esencia del fútbol que hizo a España tricampeona está más viva que nunca. El domingo la selección visita Albania, para enfrentarse a la sorprendente líder del grupo. Por su parte, Italia recibirá a Macedonia, que aún no sabe lo que es puntuar en esta fase de grupos.

julen