El fútbol vive con las puertas de par en par. Así lo exige su naturaleza, es de todos. No hay controles, el que llega pasa. Los políticos lo saben y vinieron para quedarse. Lo comprendo. Nunca un político podrá convocar por sí mismo, y todas las semanas, lo que convoca el fútbol: millones de personas con la vista, el oído y el corazón dispuestos. La clase política está devaluada, su mensaje es increíble -nadie lo cree- y la insumisión prende en la sociedad. La clase política necesita un público cautivo y el fútbol lo tiene. Es un espacio ideal en el que prende con facilidad cualquier semilla de origen pasional.
Lo que pasó en la previa del Real Madrid-FC Barcelona es síntoma inequívoco de que el fútbol es el mejor conductor de mensajes. Durante quince días, la política tuvo en el fútbol un altavoz privilegiado y gratuito. ¿Cuánto vale esa campaña? El partido se jugó en Barcelona, que le pregunten a Lluis Bassat. Da igual, lo cierto es que este deporte simple, denostado, acusado de todo lo acusable y señalado como cegador de pueblos y razón de todas las calamidades sociales, es abrazado, seducido y utilizado cuando hace falta que alguien se entere de algo. No valen los diarios de gran tirada ni todos los canales de televisión, no valen los millones usados para corromper y comprar voluntades. Nada vale para llegar tan lejos como puede hacerlo un mensaje envuelto en fútbol y rodando al compás de una pelota. No importa si es algo trascendente o un truco para desviar la atención.
Felizmente, este deporte, cuando se juega bien, espanta distracciones y el clásico las espantó todas. Messi y Cristiano pusieron de acuerdo a los que dudaban y después de todo solo se habla de fútbol. Las otras incógnitas que se despejen en sus espacios naturales, como debe ser. Lo malo es que hoy a los políticos ya les da igual. Usaron, manosearon y volverán a hacerlo cuando les convenga. El fútbol no se queja. Sujeto paciente. No pasa nada, está hecho de un material que jamás se desgasta, una mezcla de pasión, emoción, alegrías y quebrantos: la vida. Ahora la liga sigue y estos dos excelentes equipos continuarán llenando estadios, mientras el mensaje político trata de confundir lo real con lo soñado, tapando hechos objetivos como catedrales con nubes de humo y quimeras.
Me gusta el fútbol del pase al pie, el que se hace dejando quieto un balón que cae del cielo; el que hace estallar o callar una grada durante unos segundos eternos; el fútbol que se juega con los pies y con la cabeza pero que nace del corazón y de la inteligencia. Una pena que esté tan mal guardado. Considerado enemigo de la razón, ejemplo de desmesura y trivialidad de una época economicista, especuladora y decadente, el fútbol es, sin embargo, capaz de mover el mundo el día y a la hora que se lo proponga. Estaría bien pararse a pensar un poco y tratar de evitar que, cuando se le antoja, la política lo tome como rehén y lo maltrate.