Inicio 1ª División La Copa del Rey se queda en Madrid.

La Copa del Rey se queda en Madrid.

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La final de la Copa del Rey contemplará un derbi madrileño. Esta generación de atléticos, que ahora integran la reserva espiritual del forofismo rojiblanco, nunca ha vivido un partido así. El Atleti, después de tantos años y decepciones, volverá a mirar a los ojos al Real Madrid en una gran final. Se nos viene un partido de los de antes, una porción de fútbol de toda la vida, algo anterior a la leyenda del pupas y a la liga de dos. Madrid y Atleti pelearán de igual a igual en una gran cita, y ésa es la proeza del Cholo Simeone. Nos ha devuelto a un grande de nuestro fútbol, vuelve una final histórica.

Mientras el Madrid destrozó al Barça, el Atleti descarriló a un Sevilla cuya principal esperanza pasaba por la Copa del Rey. El club hispalense, a ocho puntos de los puestos europeos, se agarraba a esta final como vía directa hacia la Europa League, sin embargo, se topó con un rival mucho más fuerte y estable que controló el rumbo de la eliminatoria, tanto en el Calderón como en el Sánchez Pizjuán. El Atleti, con cierta ventaja en el partido de ida (2-1), compareció en Sevilla con la obsesión de hacer un gol que contrarrestara los pocos argumentos que pudieran barajar los hombres de Emery para colarse en la final. Así, el Cholo sacó un equipo intenso que presionó arriba desde el primer momento, de manera que a los seis minutos ya habían conseguido el objetivo. El gol de Diego Costa obligaba a los sevillistas a marcar dos goles para empatar la eliminatoria, tres para pasar.

Funcionó. Porque si el Sevilla se atasca en la creación, el Atleti vive cómodo jugando al contragolpe. La urgencia y los nervios por la remontada harían el resto. Con el Sevilla noqueado y contra las cuerdas, los de Simeone aguardaron su momento para asestar un segundo golpe letal y definitivo. A la media hora de partido, volvió a aparecer Diego Costa para servir un balón desde la izquierda a Falcao, que en su hábitat natural no perdonó. 0-2 y colorín colorado. El Sevilla, con más corazón que ideas, logró recortar distancias mediante un gol soberbio de Jesús Navas antes del descanso. El Pizjuán vibró y soñó por momentos, pero el descanso cortó el amago de rebelión. Tras la reanudación, las aproximaciones del Sevilla no suponían otra cosa que simples arañazos a un muro de hormigón. La suerte estaba echada. Nadie privaría al Atleti de jugar otra final.