El Real Madrid se encuentra ante el mejor de los escenarios posibles, teniendo en cuenta que se ha dado una prisa espectacular a la hora de perder la Liga. Ya está en la final de Copa del Rey y muy bien emparejado en Champions. No es poco, después de todo lo que ha pasado en los últimos meses y de cómo se ha tensado la cuerda en momentos puntuales.
Ahora que el madridismo respira y disfruta de sus triunfos ante el Barça se abre, otra vez, la interrogación que planea sobre el futuro de Mourinho. Es la duda que no cesa. Hay razones deportivas que van a pesar mucho, y situaciones ambientales y de relación con la plantilla que sumarán o restarán. Florentino lo apoya, y si su confianza no se ha resentido en situaciones delicadísimas, ya no se va a quebrar. Sin embargo la faceta personal, esa que Mou guarda severamente, puede estar jugando y pesando más de lo que nos imaginamos.
La liga española es la mejor del mundo y, quizás también, la que obliga a sus protagonistas a una mayor exposición pública. Paralelamente a la competición deportiva corre el reto informativo y la necesidad de alimentar la descomunal demanda de millones de personas que tienen en el fútbol un asidero fundamental. El consumo de información deportiva está en niveles que obligan a tirar de mucha producción y, demasiadas veces, de recursos discutibles. La vida familiar del entrenador del Real Madrid hace tiempo que se está viendo alterada por episodios desagradables en plena calle y eso ha provocado que las razones para dejar Madrid y el Real Madrid crezcan. Tendría gracia que, después de todo lo vivido y sufrido en el banquillo madridista, lo que decida el futuro de Mourinho sean capítulos urbanos de persecución periodística. Si fuera así estaría en su derecho y demostraría que, aunque hay momentos en los que cuesta verlo, es humano, demasiado humano.
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