Inicio 1ª División El fútbol sala no es el hermano menor del fútbol

El fútbol sala no es el hermano menor del fútbol

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artaromo11Era el mes Marzo, allá por 2003. “Vente esta tarde a jugar a furbito” me habían dicho en clase. Era la primera vez que salía solo de casa para otra cosa que no fuera ir y venir del colegio por las mañanas. Cogí mis guantes (por aquél entonces me atraía la portería, aunque más tarde descubriría las maravillas que puede hacer un pívot jugando de espaldas) y me encaminé a la pista. No fue un camino difícil, ya qel ue jugábamos en el mismo colegio donde dábamos clases. “Nosotros somos el Celtic de Aljarasol, y ellos son Spartak de Mairena”, me presentaron. Desde ese día y todos los siguientes, iba por las tardes al colegio a jugar a furbito. Era muy diferente al fútbol que solía ver por la tele.

El campo era mucho más pequeño, así como las porterías. Y en vez de once contra once, el número de jugadores variaba cada vez: seis contra seis, cinco contra cinco, siete contra seis… La verdad es que tampoco me importaba, era divertido. Una tarde de ese mismo año, encontré a mi padre viendo el deporte que hacía que fuera al colegio por las tardes con más ilusión y ganas que por la mañana. Boomerang Interviú y El Pozo Murcia se jugaban un campeonato liguero que acabaría en las vitrinas del club madrileño. Esa fue la chispa que encendió la mecha de la curiosidad. Partidos y partidos, en la calle y en televisión me hicieron darme cuenta de que el furbito era algo más que el hermano menor del fútbol. Ni siquiera en su origen (surgió en un colegio uruguayo) se puede decir que el fútbol sala derive del fútbol. Porterías y medidas de campo de Balonmano, número de jugadores y tiempo de juego de baloncesto, reglamento de porteros de waterpolo… prácticamente, lo único que tienen en común es el juego con los pies.

Un poco más tarde abandoné la portería y entré en el equipo de fútbol sala del pueblo, coincidiendo con el doblete en Mundial y Eurocopa de la Selección Española de Fútbol Sala. Mientras los otros niños jugaban a ser Ronaldo, Zidane o Kaká, nosotros nos pedíamos ser Jordi Torras, Kike Boned o Alberto Cogorro (yo siempre pedía este último, ya que usaba el mismo dorsal que yo). En los entrenamientos empezamos a vislumbrar la verdadera naturaleza del fútbol sala: La estrategia, los movimientos de rotación, la manera de conducir la pelota… el dinamismo se respiraba en cada jugada. Como el mecanismo de una caja de música, si un componente falla o no está sincronizado, la bailarina se frena y deja de funcionar. Pero cuando la vertiginosidad con la que cada pieza del engranaje cumple su función se produce correctamente, se convierte en una composición musical perfecta cuyo fin es el balón dentro de la portería.
La sequía de Interviú, el surgimiento del gran Barça, la caída en desgracia del bicampeón Playas de Castellón, el “Mito” Rodríguez, Jordi Torras, Alberto Cogorro, Schumacher, Betao, Luis Amado, Daniel, Paulo Roberto, Fernandao, Kike Boned… los años se sucedieron, y las historias. La pasión fue aumentando, y con ella el desencanto.

Delante de las narices de toda la población española, la selección nacional ha ganado seis de los ocho Europeos que se han jugado (nunca se ha bajado del podio), y ganado dos de los siete Mundiales (siendo finalista en otras tres ediciones). No obstante, un deporte que es practicado por una gran mayoría de la población y en el que España ha cosechado tantos éxitos, apenas recibe apoyos. Cada año, equipos de primer nivel luchan por no descender de categoría, o incluso desaparecer. Este mismo año Caja Segovia, campeón de una liga y tres copas de España, ha descendido administrativamente ante la falta de patrocinios, teniendo incluso que cambiar su nombre por “CD La Escuela”. El año pasado le tocó a Carnicer Torrejón descender por falta de presupuesto. Y así una larga lista de equipos que temporada tras temporada se ven obligados a cambiar sus nombres por contratos de patrocinio.
Quizás tengamos que dejar de pensar en el Fútbol Sala como ese hermano pequeño del fútbol, y darle la importancia e independencia que se merece para salvarlo del ostracismo.