Que nadie lo olvide: la Segunda División no será un paseo por el paraíso. La clasificación, apretada en un puñado de puntos, muestra una categoría traicionera que tan pronto te lanza hasta el play off como te hunde en los puestos de descenso. De la ilusión al desánimo en cuestión de siete días, y viceversa. Intuyo que la clave, como en tantas otras cosas, está en mantener un equilibrio emocional que no desvíe a nadie del camino. Saber de dónde venimos y tener claro cuál es el objetivo.
De manera que, pese a la decepción que siempre supone una derrota, perder por la mínima en Tenerife no deja de ser un resultado perfectamente lógico. Ellos, los isleños, necesitaban con urgencia doblegar en su estadio a otro recién ascendido como el Real Jaén, y nosotros tenemos lo que tenemos, un equipo que, efectivamente, está capacitado para sorprender a cualquiera, pero que mantiene el bloque de la 2ªB. Se ha demostrado que la romántica propuesta de Manolo Herrero es un argumento muy válido para conseguir la permanencia a final de temporada, sin embargo, el contrario también juega y busca sus objetivos.
Así las cosas, ni rompequinielas, ni tampoco cenicientas. La lección de fútbol al Zaragoza y tropiezos como el de ayer o el del Mirandés invitan a la reflexión y ayudan a alejarse de falsas expectativas. Que ya lo dijo un hombre de fútbol: ni antes éramos el Leverkusen ni ahora la última mierda que cagó Pilatos. Equilibrio y trabajo. Aguarda el Castilla, otro herido peligroso de nuestra liga.
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