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Los amigos son irremplazables

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pedre jugones

Confieso que soy más de radio, siempre lo he sido, pero anoche sacrifiqué mi cita diaria con la almohada y el transistor y fui uno de tantos pegado al televisor. Inició su andadura ‘El Chiringuito de Jugones’, en Nitro, después de que Pedrerol y su equipo salieran de Intereconomía el pasado 4 de diciembre. La escena me recordó al movimiento en masa de profesionales que dejaron la SER rumbo a Cope en el verano de 2010, solo que, en esta ocasión, el motivo es, si cabe, mucho más sangrante. Un pavo –el tal Ariza– que lleva meses sin pagar a sus trabajadores se levanta un buen día y decide vetarles el acceso a su puesto de trabajo. Sin anestesia, sin previo aviso. Sin escrúpulos.

Apenas un mes después de la infamia, volvemos a ver al mismo equipo, líder de la noche española en televisión, desempeñando su labor en otra casa pero con el mismo entusiasmo. Intuyo que, tras las cámaras y los focos, la experiencia ha debido causar algún tipo de erosión en esas personas, maltratadas desde el punto de vista profesional y humano. Pero es precisamente en la adversidad donde la gente muestra su lado más solidario, y apuesto a que el equipo verdadero de Punto Pelota ha salido reforzado por todos los frentes: han percibido el incalculable cariño de la gente, su unión es ahora inquebrantable y, encima, volverán a trabajar a cambio de un salario.

A la noche volvieron Pedre, Irene, Carme, Roncero, Pipi, el paisano Damián… Todos están de vuelta para felicidad de sus más fervientes y fieles espectadores. Se trata de un programa que no deja indiferente a nadie y es por ello que soporta todo tipo de críticas. Sin embargo, y sin ánimo de reclutar devotos, hay que reconocerles la naturalidad con la que se muestran en sus debates. Su amistad y el buen rollo que destilan se contagia hasta el punto de introducir la discusión en cada salón de nuestro país, consiguiendo que el espectador se sienta uno más de la tertulia, otro colega que llega, se apoya en la barra y opina. Al final, Punto Pelota era eso, el bar de la esquina con el camarero y los tipos de siempre. Un chirinquito de jugones. Único e inimitable porque el talento no puede copiarse y los amigos son irremplazables. Anoche limpiaron el polvo, pincharon otro barril y volvieron a empezar.