Hoy ha muerto Roberto Alés. Ha sido una figura emblemática para el SevillaFC y para el sevillismo. El mundo del fútbol, como la vida, tiene recodos complicados de tomar. Momentos en los que las cosas que quisimos aparecen de una forma que jamás hubiéramos imaginado.
Hoy que la figura referente, el sevillista comprometido y la persona que sirvió tantas veces para garantizar la pervivencia del club, pasa a la galería de ilustres, a ese anillo preferente construido para quienes siempre estarán en el corazón y la memoria del club.
Imagino que a Roberto Alés le hubiera gustado marcharse dejando un SevillaFC dueño de su futuro y con los lazos sevillistas unidos para evitar desgarros, descarrilamientos o flancos débiles ante cualquier tipo de amenaza.
La situación, a la hora de despedir a este personaje trascendente del sevillismo, es de calma tensa. Estaría bien que, en el último adiós a quien tanto hizo por la entidad, hubiera un momento de lucidez general y se empezaran a recoger las velas cortantes que separan y se abogara por un frente que favoreciera las inquietudes de todos y diera serenidad y esperanza a la afición.
Reconozco que este deseo, de alguien que siente un cariño sincero por el club y su historia, es casi una utopía. También en algún momento, cuando el SevillaFC estuvo defenestrado deportivamente, casi condenado en lo económico y totalmente fracturado en lo social, se pensó que salvarlo era imposible, una utopía. Sin embargo Roberto Alés logró que las dificultades y el Babel de las palabras y los hechos, no destruyeran el sueño de miles de sevillistas. Es difícil pero a mí me gusta, como le gustaba a Roberto Alés, creer que los sueños son posibles. Ojalá, gracias a la voluntad de todos, se pueda cumplir el sueño de aquellos que quieren, de verdad, a ese club.
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