Inicio Opinión Antonio Oliver La gran migración: De La Victoria al Olivo Arena

La gran migración: De La Victoria al Olivo Arena

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Las sociedades necesitan referentes simbólicos. Las carencias materiales se distraen con el manjar saciante de los símbolos. El ser humano tiene un espacio anímico que se alimenta de lo colectivo. Cada uno es lo que es pero de vez en cuando, sálvese el que pueda, necesitamos diluirnos en un grupo, ser parte de algo que nos convierte en eslabón pero que también nos otorga una nueva personalidad o diluye la nuestra hasta hacerla irreconocible. Somos otros y eso provoca una excitación que puede ser adictiva. Esto explica, en el deporte, que seamos permeables y que nos dejemos seducir por reclamos parecidos pero diferentes. Somos de una cosa pero buscamos la emoción/excitación donde esté. En Jaén el fútbol sala ha venido al rescate. El FS y el Olivo Arena.

Hay extrañeza por el hecho de que el Real Jaén no se haya visto desbordado por una masa que, mudado teóricamente el escenario, debía volver al redil y volcarse dejando la cuota de abonado en las arcas del club. Esa historia sería interminable pero baste señalar que, mientras el equipo de fútbol giraba en una espiral de ingobernabilidad, incumplimientos e insolvencia, el conjunto de fútbol sala estrenaba sede deportiva, juega en Primera División y funciona como un reloj. No hay color.

La gente necesita emociones y las “aficiones”  que su equipo les asegure victorias. El resultado de la combinación es que en su partido inaugural Jaén Paraíso Interior ha logrado convocar a casi 5000 personas mientras que el Real Jaén supera llorando los 1000 abonados.

Sin duda el fútbol sala gana por goleada. Sin embargo el resultado final no está claro. Lo evidente es que se ha producido un trasvase de efectivos de grada. El fútbol pierde seguidores porque no renta emociones positivas, mientras que los «clientes» del Olivo Arena se han multiplicado. Han llegado miles de seguidores del fútbol por cansancio y al calor de un equipo que suele ganar. 

Llegan con todo lo bueno y todo lo malo que eso tiene. Vienen con ganas de empujar, deseosos de arrimar el hombro y de sentirse parte de una ola que, por lo general, ofrece esas alegrías de las que están tan necesitados pero llegan, ahí radica el peligro, con dos lastres importantes.

Por una parte cansados de sufrir, de perder y por otra impacientes por ver ganar y sin mucha cultura “fulbolsalera”. Si todo va bien habrá felicidad. Si el equipo jienense de fútbol sala se encalla en algunos partidos y no logra dar el maná que viene buscando la nueva hornada de seguidores, el ambiente del Olivo Arena puede convertirse en un “enemigo en casa”. Fútbol sala no es fútbol. Reglamento distinto, espacios diferentes y filosofías poco compatibles.

Mientras se gane no habrá problema pero si las cosas se complican, todos deben entender que esto es otra historia y que Jaén Paraíso Interior lleva diez años de bonanza porque, en las malas y en las buenas, su afición ha estado para dar y no para exigir. Ganando y en la derrota, siempre, ha habido equilibrio, paciencia y armonía. La humildad y la paz social de este equipo es la base de sus logros. Si se pierde lo primero lo otro no se dará.